Capítulo 5(Parte 2)

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Jennie golpeó vacilante la estropeada puerta de madera. —Pasa

Respirando hondo, levantó el picaporte y dio un paso para entrar. La alcoba de Manoban era grande, como correspondía a una lady, pero iluminada con una luz tenue y escasamente amueblada, daba la impresión de que a su ocupante o bien le gustaba la austeridad o prestaba poca atención a las cosas que le rodeaban. Una cama inmensa de madera oscura ocupaba uno de los extremos, que sin duda había sido construida especialmente para acomodar la inusual altura de Manoban. Junto a ella, había una mesa pequeña con un candelabro y un sencillo arcón tallado, para las pertenencias de Manoban colocado a los pies de la cama. Una mesa más consistente y una silla pesada ocupaban el centro de la estancia, sobre la cual había más velas flameantes.

Manoban, se encontraba ante una enorme chimenea de piedra toscamente labrada, con las manos entrecruzadas por detrás mientras contemplaba el pequeño fuego que despedía una luz dorada en la habitación. No había ningún tapiz adornando los muros que diera color al lugar ni calor a la piedra; no obstante, había varios ventanales que enmarcaban la noche salpicada de motas plateadas. Quizá, reflexionó Jennie, la vista de las montañas y el cielo durante el día era suficiente para paliar el agobiante y triste ambiente de la habitación.

—¿Querías hablar conmigo?

—Quiero discutir tu valoración sobre el estado de mi hijo —murmuró Lisa, con la vista aún clavada en el fuego—. Como imagino, sabrás que algunos miembros del clan tienen... —hizo una pausa, intentando encontrar la palabra adecuada— dudas respecto a tus métodos para tratarle.

—¿Y tú qué dices, Manoban? —le desafió Jennie con brusquedad—. ¿Crees que estoy causándole mal a propósito a tu hijo por ofrecer aire fresco y luz?

—Intencionadamente, no —respondió Lisa—. Tu libertad depende de la recuperación de mi hijo, por tanto no ganas nada haciéndole sufrir, sin embargo, la salud de Felix es muy delicada. Los curanderos que le han tratado en el pasado han sido recelosos de protegerle de cualquier ente de frío y corrientes de aire y aseguraban que sus pulmones y su pecho no podrían soportar la presión de un enfriamiento.

—Y esos curanderos no han curado a Felix, ¿verdad?

—No —reconoció—. Pero lo han mantenido con vida durante los horribles ataques de la enfermedad, cuando todo indicaba que iba a morir.

—Quizá —planteó Jennie—, o quizá Felix sobrevivió a pesar de sus tratamientos.

Lisa se volvió y la miró con curiosidad. —¿Es eso lo que crees? —Aquel pensamiento se le había pasado valias veces por la cabeza, pero nunca lo había expresado en voz alta.

—No lo sé —le respondió—. El aire en la habitación de Felix era sofocante, cargado y denso por el humo. No puedo imaginar cómo alguien podría estar prisionero en una neblina como esa, semana tras semana, y no enfermar por ello. Tampoco consigo ver cómo puede ser saludable si un niño ser privado del aire puro y de la luz del sol durante períodos de tiempo tan largos.

Hechicera(Adaptación Jenlisa )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora