Había perdido toda esperanza. Y entonces, un día, oí que había una bruja que vivía entre los Kim. Se decía que sus poderes eran enormes,aunque a menudo con fines perversos. Jihyo dijo que te buscara y te trajera a mi clan. Y ahora dime, ¿puedes curar a mi hijo? Jennie vaciló. Ella no tenía poderes mágicos y, aparte de haber estudiado en secreto las notas de su madre, no tenía experiencia prácticacomo curandera. Todo parecía indicar que el niño iba ciertamente a morir, quizá antes de que acabara aquella noche. Pero si admitía esto ante Manoban,se daría cuenta de que había arriesgado el bienestar de su clan por nada y ya no tendría ningún motivo para protegerla.
—La enfermedad del niño es grave —empezó—, y se le ha sometido a tratamientos que puede que le hayan debilitado más que reforzado. No puedo asegurar que pueda curarlo —reconoció con prudencia—, pero lo intentaré, Manoban.
No vio ningún destello de esperanza cruzar su rostro. Quizá en otro tiempo experimentó esa sensación y sabía lo doloroso que podría ser. En lugar de ello hizo un simple gesto de asentimiento.
—Entonces, pongo a mi hijo bajo tus cuidados. Mientras .estés aquí, puedes merodear por el castillo a tu antojo, pero no saldrás sin mi consentimiento ni escolta. Si el chico empeora o muere, o si intentas escapar mientras te confío su vida, entonces sufrirás las consecuencias. ¿Está claro?
—¿Y si se recupera? —Si mi hijo se cura, se te perdonará la vida.
—¿Y seré libre?
—No. Te quedarás aquí para curar a aquellos que puedan caer enterraos.
—No es un intercambio muy satisfactorio, Manoban —protestó Jennie —. Si salvo la vida de tu hijo, entonces se me debe conceder la libertad.
—Te he salvado ya tres veces de la muerte —le recordó—. Dos de ellas de los Kim y una de un jabalí. Tu vida me pertenece y la única recompensa, en caso de que la merezcas, será tu vida.
—Entonces mátame y acaba con ella —replicó enfadada, dándole la espalda—, porque no viviré como una prisionera toda mi vida. Le embargó la irritación. ¿No se daba cuenta de que no tenía otra elección? La agarró con brusquedad por el brazo y le dio la vuelta. Ella gimió con furia e intentó deshacerse de la otra retorciéndose, pero Lisa aferró su puño hasta que casi pudo sentir cómo su carne se hundía como una fruta madura bajo sus dedos. Atrapó su barbilla con la otra mano y la obligó a que le mirara, dejando claro que no toleraría su insolencia.
—No tienes elección, Jennie —le dijo con aspereza.
—Eres tú el que no tienes elección, Manoban —contraatacó; sus ojos gatunos encendidos en fuego—. Ya que a menos que accedas a liberarme, tu hijo morirá, y yo no haré nada para evitarlo.
Sabía que le estaba haciendo daño, pero su furia parecía superar la molestia. De repente, fue consciente de lo pequeña y frágil que era en sus manos. La delicada constitución de su mandíbula podría hacerse añicos bajo la presión de su garra, el magullado satén de su brazo le había calentado la palma de la mano. Su respiración era profunda y reflejaba su enfado, sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas bien por el calor de la habitación de su hijo o por su propia furia, no estaba seguro. La delicada curva de su pecho le rozaba al ritmo de su respiración, con la tosca tela de su vestido como única barrera entre ellos. El deseo se apoderó de Lisa, oscuro, ferviente, abrumador. Incapaz de controlarse, soltó su barbilla y sumergió sus dedos en lo más profundo de su cabello mientras la envolvía con el otro brazo, la atrajo hacia sí y posó su boca sobre la de ella. Jennie gimió encolerizada e intentó apartarle de un empujón, pero la ansiedad que le devoraba las entrañas era vertiginosa y le hacía perder el último vestigio de cordura. Ella luchaba contra la otra, sí, pero Lisa no podía entenderlo, no podía creer que la necesidad que ahora hacía estragos en su interior no hubiera inflamado también la pasión en ella. Su lengua se sumergió en la suavidad de su boca, saboreándola, rogándole que se rindiera. Por un instante se mostró fría, como conmocionada, o quizá su cuerpo estaba recordando cuando Lisa la besó de esta misma manera y cómo había reaccionado. Lisa gimió y su beso se hizo más profundo, acercándola, hasta que su figura esbelta y delicada se encontraba aprisionada contra su propio cuerpo, largo y poderoso. Y entonces, de súbito, su vacilación desapareció y ella se aferró a ella, devolviéndole sus besos con un fervor que aparentaba igualar al suyo. Era un error impensable, lo sabía muy bien, y aún así continuó tocándola, sujetándola, saboreándola, como si se tratara de un náufrago que encuentra finalmente una tabla a la que agarrarse. Dentro de unos segundos recuperaría la razón, estaba casi seguro de ello, pero hasta que eso ocurriera se dejaría arrastrar por esta maravillosa locura, este éxtasis robado, que nunca pensó volver a experimentar. En la época que Karina gozaba de salud la sangre le bullía en las venas, pero nunca de este modo, nunca hasta el punto de no poder apenas pensar, no poder casi respirar o recordar quién o qué era.
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Hechicera(Adaptación Jenlisa )
FanfictionUNA MUJER ACORRALADA :Kim Jennie, acusada injustamente de asesinato y brujería, es condenada por su propio clan a morir quemada en la hoguera. En el último instante, el rescate llega del lugar más inesperado : Lalisa Manobal, jefa del poderoso clan...