𝐗𝐈𝐈𝐈

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—De ninguna manera te permitiré ir sola. ¡Puedo ser de ayuda! Necesitas a alguien que te respalde con todos esos Lobos —insiste Wren, cruzando los brazos sobre el pecho y arqueando una ceja al mirar a Ellie.

—También debemos asegurarnos de que nadie entre en este lugar. No podemos dejarlo desatendido —argumenta Ellie, dirigiendo su mirada hacia Wren. La chica morena se muerde el labio y suspira mientras revuelve los ojos.

—¿Por qué tengo que ser yo? Seguro que me aburriré hasta morir —se quejó Wren, dejando caer los brazos mientras Ellie simplemente sacudía la cabeza con una sonrisa leve.

—Estarás bien, trata de arreglar ese generador mientras estoy fuera. Yo intentaré conseguir gasolina —indicó Ellie. Wren sintió la preocupación burbujeando en su interior, rogando al mundo que Ellie regresara realmente. No por ninguna razón en particular, excepto que sin ella, Wren nunca encontraría a su madre.

—Sí, por favor, procura no meterte en líos. —Wren se da la vuelta antes de que salga algo vergonzoso de su boca, fingiendo ocuparse quitando los objetos que bloquean la puerta.

—Solo iré a buscar alguna señal de dónde está el hospital, no puede estar muy lejos —murmura Ellie, ayudando a Wren hasta que la puerta se desbloquea y se abre. Antes de salir del teatro, Ellie se sube el puño de la manga corta y lo deja abierto.

—Por favor, mantente a salvo. Tengo la sensación de que María me mataría si algo te pasara —intenta bromear Wren, pero su intento fracasa. Ellie la mira a los ojos y luego aparta la mirada momentáneamente con una expresión que Wren no puede descifrar.

—Tranquila —responde simplemente.

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—¡Maldita sea! —exclama Ellie, acariciándose la mejilla dolorida mientras se agacha detrás de una estantería lateral. Más allá, se abre un agujero gigante en la pared, ofreciendo un camino incierto. Con diez balas en la pistola y tres en el rifle, enfrentar a los soldados Lobos ha sido una verdadera prueba de resistencia.

—Es ahora o nunca, Ellie —murmura para sí misma, incorporándose con un gruñido, sintiendo la protesta de su cadera derecha mientras avanza hacia el agujero y observa a través de él. Antes de que pueda detectar su acercamiento, una mano le cubre la boca y otra la sujeta por la cintura, empujándola hacia un lado contra el cuerpo de alguien. De inmediato se lanza a la defensiva.

—Respira, soy yo, Els. —La voz de Jesse es instantáneamente reconocible para la pelirroja, y ella se gira tan pronto como sus manos se relajan.

—¿Qué diablos haces aquí? —murmura ella, con los ojos entrecerrados mientras el hombre la mira y rueda los ojos.

—¿Creíste que te dejaríamos hacerlo sola? —Otra voz la hace girar, sus ojos se posan en una chica morena familiar a la que está encantada de ver. Inconscientemente, Ellie sonríe, alternando su mirada entre los dos.

—¿Cómo lograron salir de Jackson? —pregunta Ellie, frunciendo el ceño cuando se da cuenta del tono elevado de su voz.

—Podemos hablar de eso más tarde. En este momento, estás a punto de encontrarte con diez soldados Lobos y hemos escuchado que te están buscando —dice Jesse, cruzando los brazos sobre el pecho y arqueando las cejas—. ¿Qué demonios pasó con entrar y salir de Seattle?

Serenidad | Ellie WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora