La noche anterior se había quedado organizando papeles con Pardella hasta tarde; o más bien, él se había quedado organizando papeles mientras el agente cenaba comida china y le hablaba del último partido de los Blackers. Los jueves solían quedarse en su despacho archivando los casos más recientes, incluso los que no eran suyos. Esteban siempre pensaba que, de haber sabido que su trabajo conllevaría tanto papeleo, se habría replanteado los años que se había echado estudiando y preparándose para la academia. Lo bueno que tenían aquellas noches era que Pardella se quedaba con él, aunque no tuviera la obligación de hacerlo, probablemente porque Esteban era el único compañero de trabajo que tenía levemente interesado en el deporte y era el único al que comentarle sobre los partidos. Pedían comida para llevar y cenaban mientras ponían todo en orden.
Últimamente, las denuncias por androides con comportamientos extraños eran muy frecuentes, la mayoría de ellas quedaban en nada, pero había que tramitarlas todas. Así que se había ido a dormir bastante tarde, apenas contaba haber dormido cuatro horas y era consciente de que se le comenzaba a notar; las ojeras bajo los ojos cansados, la barba de un par de días, el pelo descuidado. Normalmente evitaba verse en el espejo, porque sabía que cuando lo hacía no le gustaba demasiado lo que veía. El trabajo terminaría por consumirlo algún día.
En aquel momento se encontraba sirviéndose un café de la máquina que tenían en la sala de desayuno antes de irse de vuelta a su despacho, aquella era una de las pocas cosas que le alegraban últimamente, su café de las mañanas, bien cargado y sin leche. Se sentó tranquilamente y le dio un sorbo antes de escuchar un golpeteo en su puerta. – Pase.
Juani apareció por la puerta. – Hola, Inspector, ¿cómo le va la mañana?
Esteban sorbió otro poco de café. Juani era un muchacho nuevo, había entrado hacía menos de un mes y su trabajo se basaba en repartir papeles, organizar archivos, moverse en el ordenador y, como mucho, ir a alguna inspección o patrulla rutinaria a la que le permitieran asistir. Esteban había coincidido con él en la sala del desayuno, porque solía llegar temprano y se lo encontraba tomando lo que su madre le hubiera preparado aquel día. – De momento bien, ¿qué haces aquí?
–Ya ha llegado el androide
Frunció el ceño. –¿El androide?
El chico asintió. – Los refuerzos que iba a enviar CyberLife al cuerpo de policía, han enviado un par de ellos a algunas comisarías de la ciudad y como usted está al cargo de las investigaciones de divergencia le han puesto uno también. – se le había olvidado por completo, o había querido olvidarlo. Recordaba el momento en el que le habían dado la noticia de que le enviarían un compañero robótico para su investigación; no quería saber nada del asunto y había puesto una queja formal. Le gustaba trabajar solo, siempre lo había hecho así; como mucho iba de un lado a otro con Pardella, o echaban un ojo a pistas e informes juntos, pero su trabajo se lo quedaba solo para él. – ¿le hago pasar?
Hizo un gesto afirmativo antes de darle otro trago a su café. No le gustaba la idea de que los servicios más humanos fuesen desempeñados por androides; tenía la firme creencia de que había puestos que no se les podían designar, como un hospital, una consulta psiquiátrica, una comisaría... no le parecían lugares para las máquinas. Pero, como todos allí, Esteban también tenía superiores a los que obedecer y su queja formal había sido amablemente ignorada, así que no le quedaba más remedio que aguantar al androide todo lo que pudiera y pedir pronto un traslado. Quizá a alguna comisaría de las afueras, en una zona más rural, donde no estuviera todo petado de tecnología hasta los dientes. Juani desapareció de la misma forma que había aparecido y por la puerta entró el supuesto nuevo ayudante.
Esteban estuvo a punto de atragantarse cuando lo vio. Era Francisco.
El muchacho al que había salvado hacía dos días en la azotea de aquel edificio, era idéntico a él; solo que estaba más recto, con una expresión totalmente neutra. Vestía una camisa blanca con la chaqueta gris de CyberLife que todos los androides de servicios de investigación llevaban y pantalones y zapatos negros a juego con una corbata. Le habían cortado el pelo, ahora tenía un flequillo por encima de las cejas y la parte de atrás casi rapada. El chip circular de su sien brillaba en azul claro.
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Project Human: Matienzo&Kukufran
Science FictionA Matías le regalan un androide para protegerlo. Al Inspector Kukuriczka le asignan la investigación de androides divergentes. Año 2357 la raza humana ha progresado tanto en el sector de la tecnología que ahora cuenta con Androides, máquinas perfect...