16: Luz verde

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La ovación del público fue tan ensordecedora que por un momento creyó oír un pitido desde su oído izquierdo, se llevó la mano a la zona distraídamente mientras avanzaba por la plataforma que llegaba hasta la línea de meta. Se había colocado en el lateral de los corredores, no le gustaba iniciar las carreras desde el centro de la línea de meta, los que iniciaban en el centro tenían mayores probabilidades de salir aplastados por los que se colocaban detrás; la única vez que había iniciado en el centro, y de aquello hacía ya dos años, se había torcido el tobillo porque lo lanzaron de un golpe al otro lado de la pista y cayó en una posición bastante mala; fue difícil ocultárselo a su madre, pero de alguna forma consiguió que no se diera cuenta.

Allá hacia donde veía, todo eran enormes gradas de público, sentado en filas interminables, un océano de gente que costaba asimilar, parecía que todo Detroit estaba allí, preparado para ver el espectáculo. Aquel año no habían escatimado en gastos; la pista era siempre la misma, una antigua pista de rally que daba una vuelta al centro de la ciudad y se colaba por algunas calles viejas o en desuso; aquella había sido la mayor pista de carreras de todo el país hacía años, quizá varios siglos desde la época dorada de la ciudad de la automoción. La habían ido reformando con el paso de los años.

Las primeras carreras se habían hecho con ella en desuso, Matías no había nacido todavía, las carreras tenían muchos más años que él y venían desde mucho más atrás, se remontaban al inicio de la ciudad, a su esencia vital. Las primeras competiciones eran muy poco seguras, la pista tenía baches, trozos sin terminar, carecía de líneas, luces o cualquier elemento que pudiera permitir visibilidad; al principio de todo, la gente ni siquiera apostaba por quien ganaría la carrera, sino por qué coches no terminarían saliéndose del recorrido y cayendo contra el suelo.

Con el paso de los años, las reformas y los arreglos, se había vuelto bastante segura, lo cual había dado paso a que lo que se volviera peligroso fueran los corredores que participaban en las carreras. Al inicio eran coches, luego pasaron a emplearse androides, máquinas y dirigidos, por último, algunos de los humanos más locos y con menos cosas que perder de la ciudad habían decidido que podría ser una buena idea tratar de convertirse ellos mismos en máquinas y participar. En el caso de Matías, llevaba solamente un traje, pero había conocido humanos con implantes robóticos, biónicos y elementos metálicos; hasta el punto de parecer más máquinas que personas.

Mientras subía hacia la zona en la que se colocaban para la salida, hizo una comprobación rápida para asegurarse de que todo se encontraba en su lugar. Habría echado un ojo hacia la grada, en busca de los rostros familiares de sus amigos, pero sabía que aunque tanto Juani como Pipe estaban allí, sería imposible encontrarlos entre el mar de gente que se levantaba alrededor del estadio. Era un cambio considerable en comparación con las carreras más pequeñas, mentiría si dijese que no imponían mucho más.

Comenzaba a hacerse de noche, y habían encendido unos focos enormes que no dejaban de mover luces blancas por el cielo, la pista estaba rodeada de una verja de alambre resistente; un año, Matías había visto cómo lanzaban a una persona contra estos y del golpe quedaba inconsciente. La pista estaba también completamente iluminada, principalmente con focos blancos, aunque el propio suelo contaba con luces de neón que también indicaban por donde pasaba.

Se colocó en su posición en la línea de meta y echó un vistazo a sus oponentes. Estaban los otros cuatro humanos, el que vestía de verde, la mujer corpulenta, el de la guadaña y el de la cara de malas pulgas. La colocación era siempre la misma; los humanos se posicionaban en una fila, unos al lado de los otros, en la línea de meta, tras ellos, los androides en otra fila; dos de ellos no llevaban casco, quizá porque sus dueños creían que no los necesitaban o quizá porque no se lo pudieran permitir, las pintas, sin duda, se movían en un amplio espectro que mostraba el nivel económico de cada uno; quizá a simple vista no fuera muy vistoso para una persona de ojos poco acostumbrados, pero Matías sabía reconocer los materiales buenos y los que eran meras imitaciones.

Project Human: Matienzo&KukufranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora