Lewis Hamilton, piloto profesional de Fórmula 1. Siete veces campeón del mundo, un corredor nato que ha superado cualquier adversidad que se le presentó. Enfocado en él, su carrera y futuro pero eso no durará demasiado en cuanto se cruce con un par...
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Lewis
Bajo del podio, recibiendo felicitaciones entre saludos y estrechones de mano. Volteo a mi izquierda para comprobar que ella aún esté ahí, y para mi alivio, sigue presente. Sin embargo, mi atención se desvía cuando Max se acerca, y ella le ofrece un afectuoso abrazo en medio del bullicio de la gente.
No logro ver mucho más antes de que ambos se retiren. En ese momento, Valtteri me atrae a él en un fraternal y juguetón abrazo, compartiendo la alegría del momento.
-¡Siete veces campeón del mundo! -exclama eufórico mientras descendemos las escaleras.
Siento cómo mi pecho se llena de orgullo ante su afirmación. Mis nudillos se aprietan, asegurándome de que no sea un sueño, y sin duda alguna, es una realidad.
-Fue un trabajo en equipo, hermano, y uno bien recompensado.
-Sin duda, no podría imaginar otro destino que no fuera este -comenta entre risas y jaloneos.
El paddock, convertido en un hervidero de emociones, vive y respira la intensidad de la victoria.
La euforia de los aficionados resuena en el aire, sus gritos de celebración se mezclan con la música estridente del evento. Las cámaras de los medios de televisión capturan cada detalle, enfocándose en nosotros desde todos los ángulos. En medio de este bullicio, mantengo una sonrisa constante, disfrutando del momento y agradeciendo a quienes comparten esta victoria conmigo. La energía vibrante del lugar se siente como una oleada de alegría que no deja de crecer, mientras me sumerjo en la atmósfera triunfal del paddock.
La escena es un torbellino de emociones y celebraciones. Avanzamos con paso firme hacia el equipo de Mercedes, donde Toto, Bono y los demás ingenieros nos felicitan efusivamente. La atmósfera está cargada de alegría y camaradería. Mi familia, ubicada en primera fila, irradia orgullo a través de sus miradas y palabras de aliento. Los festejos con champagne se suceden, y las fotografías capturan los momentos inolvidables de esta jornada épica.
Con orgullo, alzó la bandera de Londres, llevando en alto el símbolo de mi país en este emocionante deporte. Es un momento que va más allá de las pistas, es la representación de una nación en cada curva y recta de esta apasionante carrera. La bandera ondea, no solo como un distintivo, sino como un tributo a la dedicación, esfuerzo y apoyo de todos aquellos que han sido parte de este increíble viaje. Es un honor ser el portador de este emblema y llevarlo hacia nuevas victorias en el escenario mundial.
Entre risas, abrazos y brindis, la tarde se escapa, dejándonos inmersos en la victoria que será recordada por mucho tiempo.
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-¿Seguro que no vas a salir con los chicos? -pregunta mamá mientras recogemos la vajilla.
-No lo sé. Tal vez asista al evento que suelen organizar los pilotos en estas ocasiones. -termino de colocar los últimos utensilios en el lavavajillas-. Honestamente, estoy agotado.
