Lewis Hamilton, piloto profesional de Fórmula 1. Siete veces campeón del mundo, un corredor nato que ha superado cualquier adversidad que se le presentó. Enfocado en él, su carrera y futuro pero eso no durará demasiado en cuanto se cruce con un par...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dayan
—¿Así que por fin vas a hablar sobre esa noche? —me interroga Lissie meneando las cejas.
Ha pasado una semana desde mi encuentro con Lewis, si a eso se le puede llamar.
—No sé de qué hablas exactamente —fingir demencia siempre es una opción.
Se aleja de su escritorio y se sitúa a mi lado. Es inicios de semana por ende no hay casi nadie en la oficina y mucho menos en las instalaciones de Fox. No al ser un día feriado.
El final de temporada nos respira en la nuca. Según Lissie el trabajo tiende a cargarse estás últimas semanas, para dejar todo preparado a fin de año. Se acercan los campeonatos más importantes, de pilotos y constructores.
—Mira no decidí quedarme a hacer horas extras para acompañarte, solo porqué soy una buena compañera -me apachurra el cachete—, sino porqué también eres como un pollito para mí. Y sobre todo por el chisme.
—Lissie soy mayor que tú.
Me alejé de su agarré, la comisura de mi labio se eleva recordando ese día. No sé si morir de vergüenza o sentirme... ¿Bien?.
—No fue nada importante. Si te da consuelo no recuerdo más de la mitad de las cosas —añado.
Gimotea en protesta. No sé si sentirme aliviada por ese hecho o enojarme con mi cerebro al no recordar demasiado.
—¿Me estás diciendo que te deje con Lewis Hamilton... El mismísimo Lewis Hamilton en el bar del paddock y no recuerdas casi nada? —se cruza de brazos.
—Bueno, no me dejaste lo suficiente sobria para recordar todo —me excusó.
Se restriega la mano en el rostro con visible frustración.
No miento al decir que mi pérdida de memoria momentánea está haciendo estragos. Culpo las múltiples copas de vino esa tarde con las chicas.
—No me hagas esto Day —masajea su sien—. Tienes que estar bromeando.
—¿La falta de chisme afecta tu sistema nervioso? —me río.
Vuelve a su asiento fingiendo concentrarse en los papeles que tiene al frente. Su ceño fruncido la delata, se que la necesidad de chisme la carcome por dentro.
De todas formas, no he tenido oportunidad de desahogarme con absolutamente nadie estos últimos días. Lissie es lo más cercano que tengo a una amistad aquí. Y Maxi definitivamente no es una opción. ¿Qué le diría?