4: Metodos de enseñanza

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—Señorita Hodar, insisto, le daré una nota para los padres del culpable quien le hizo esto.—

Después de recibir un raro liquido, frío y de color, Violeta cambió su rumbo de la oficina de la directora por el baño; pero, a la salida, Galera la vio con la ropa mojada y aún manchada y le pidió que se dirigiera a su despacho.

—No es necesario, directora, fue un accidente.—

—Pues aquí esos accidentes pasan a diario.—

—Solo salí de la clase para buscar unas cosas que había olvidado y alguien tropezó conmigo, nada más, ahora, si me permite, tengo una clase con la que seguir— dijo ella antes de dar media vuelta y regresar a la clase de ese tal salón "especial"—Abrir— pidió apenas llegó. Cuando intentó girar el picaporte, la puerta se alejó solo dos centímetros de su marco y se vio golpeada contra otro objeto —Martín, abre la puerta— golpeó a puño cerrado la madera vieja. Desde el interior, ella escuchaba puras risas —Lucas, abre, por favor— se arrepintió al instante al haber pedido la ayuda del chico, podía imaginarse las caras de Martín y Cris sobre él en tono de amenaza.

—¿Sucede algo?— se acercó a su lado un hombre. Ella lo observó rápidamente de arriba a abajo; vestía camisa, un jean y un chaleco de un raro color.

—Tony, desde la cancha de las porristas puedo oler tu desodorante— dijo una mujer pasando a su lado con un equipo de gimnasia y un megáfono en la mano —Soy Vicky, aléjate de su caspa— le dijo señalando al hombre antes de dejarlos nuevamente solos.

—¿Qué fue todo eso?— preguntó observando la velocidad con la que la mujer caminaba y el respaldo de dos porristas.

—No hagas caso... soy Tony, profesor de lenguas extranjeras y del Club de artes— le estiró la mano en un cordial saludo —Eres la profesora nueva, ¿Verdad?—

—Sí, Violeta Hodar— levantó ella también el brazo respondiéndole el saludo —Profesora de Literatura, ¿Qué es el Club de artes exactamente? Sé que cantan pero, ¿De qué trata?—

—Es una clase a la que solo van los alumnos de mejor promedio y talento para las artes. Allí cantan, bailan y actúan, algo que claramente tus chicos— señaló con seguridad el salón al que Violeta deseaba entrar —No podrían hacer.—

—¿Perdón?— preguntó con su típica ceja levantada demostrando molestia.

—Eso, es decir, el alumno con la calificación más alta de alli dentro es Juanjo. con un promedio de 3-7 y es porque es dislexico, asi que no cuenta— Violeta golpeó su cabeza hacia atrás chocando solo con el aire, ¿Quién era este tipo y quién se creia para hablar asi?

—¿Está diciendo que por lástima a ese alumno le regalan puntos?— preguntó con seriedad rozando la ira. Personas como él no deberían llamarse profesor. Cuando ella cursó segundo grado, Marissa, una compañera con discapacidades mentales, mantenía el mejor promedio con 9.7. En vez de envidarla, todo el mundo la idolatraba y alentaba a seguir adelante.

—No lo digo— respondió él poniendo su mano sobre el hombro de la pelirroja y soltándola cuando esta se quitó bruscamente.

—Es así, que tengas buen día— le palmeó tontamente la espalda y caminó hasta el salón de profesores.

Ella suspiró aún molesta e iba a aumentar si al querer pasar la puerta aun se mantenía trabada. Milagrosamente, cuando rozó el picaporte, la puerta se dio paso sola y terminó por poder entrar.

Todos estaban cómodamente sentados en sus pupitres, mirándola con esmero y algunos con lapicera en mano. Algo positivamente aterrador. Movió sus ojos en cada uno de los rincones del lugar para contar si todos estaban presentes. Y todos lo estaban.

Lenguaje del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora