16 Apuesta y Propuesta

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Desde el día anterior que no hablaba con Martín; sí, para cualquier persona podía sonar absurdo, pero él era su mejor amigo y se comportaba como su hermano pero las palabras que le había dicho la mañana anterior le calaron los huesos y se profundizaron en su mente como algo difícil de quitar; él y Omar habían apostado una noche con Violeta.

Le pareció tan patética, inmadura y molesta la situación que hasta ahora no podía cruzar palabras con su vecino por miedo a que él le confirmara que ya había comenzado con sus planes para conquistar a la profesora. Violeta era hermosa, tenía un físico y una personalidad que podía enamorar a más de uno y ella era consiente de eso, ¿Qué pasaría entonces si Martín terminaba en ese lío?

Sacudió la cabeza, Martín solo era un adolescente que experimentaba con las mujeres adultas antes de que llegara la indicada. De boca propia, él, le había asegurado que con las profesoras solo pasaba el rato, que unas horas de sexo, que en realidad se reducían a menos de dos, no dañaban a nadie y que de esa manera él agregaba a alguien más en su larga lista de conquistas y podía alardear de su título de casanova.

A ella no le molestaba, primero, porque sabía que Martín no era de los típicos chicos que tenían sexo, por más que él lo negara, siempre terminaba preguntando como se sentían sus conquistas o si algo de él no les gustaba. Pero terminaban satisfechas y ninguna le reclamaba algo.

Su imaginación se vió invadida por una sonriente Violeta coqueteando con Martín en horas de clases. Se quitó rápidamente el pijama y, apenas colocándose un equipo deportivo, saltó de la cama y se dirigió a la gran ventana que adornaba su habitación.
Movió el marco de madera del cristal hacia arriba y pasó ligeramente su cuerpo hasta salir de su casa. Caminó por el techo unos metros hasta un árbol, se sentó sobre la única rama que sostendría su peso y se arrastró hacia la ventana próxima.

Cuando vió a Martín durmiendo abrazado a su almohada, se imaginó a Violeta ocupando ese lugar, con una molestia y casi violenta fuerza, golpeó la ventana hasta ver a Martín tendido en el suelo a causa del susto. Su pecho subía y bajaba producto del fastidio que le estaba causando su amigo mientras él mismo caminaba hacia ella.

Cuando estaban frente a frente, él juntó sus cejas confundido. Ella volvió a golpear la ventana.

—Abre, idiota— le gritó señalando el vidrio.
Martín giró los ojos y, después de hacerlo, la ayudó a entrar aa¿Qué haces durmiendo a esta hora?—

—Es sábado— se defendió él tocándose los ojos somnoliento —¿Tú que haces aquí?—

—Vine a hablar contigo.—

—¿De?— preguntó regresando a la cama y resguardándose bajo las mantas.

—¿Si no venía tu no ibas a arreglar nuestra situación?—

—La que está enfadada eres tú, no me vengas con dramas de chicas, Chiara. Sabes que no los soporto.—

—Oh, lo siento gran hombre— ironizó ella tomando las mantas y tirándolas fuera de él.

—¡Tú tienes la culpa! Para variar.—

—¿Yo?... Nunca discutimos, no vengas con eso... tú estás enfadada por algo que no tiene sentido.—

—¿No lo tiene? ¿Por qué demonios apostaste con Omar?—

—Ya te lo dije, voy a ganarle, si a eso le tienes miedo.—

—No vas a ganarle porque vais a romper esa apuesta.—

—Já...— se burló Martín tomando su pantalón colocándoselo rapidamente La apuestas se cumplen o no se hacen. Jamás se rompen Chiara.—

Lenguaje del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora