39: Saltar

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Habían pasado dos semanas de aquella primera
"clase" para que la morena aprendiera a conducir. Catorce días en que Chiara mentalmente había perfeccionado cada una de las indicaciones de Violeta pero en la práctica mostraba todo lo contrario solo para volver a ordenarle a la pelirroja que cambiaran asientos y luego compartir el mismo.

Raramente una vez más sobre Violeta lograba manejar a la perfección y sin accidentes.

—Estás haciendo trampa— la sorprendió la
pelirroja una tarde mientras la retenía por la cintura y continuaba dándole indicaciones; pero a Chiara no le importó y volvió a frenar con brusquedad haciendo que todo volviera a comenzar y ella a distrutar de esos momentos.

Hacer suspirar a Violeta y observarla de reojo morderse el labio estaban volviéndose su
pasatiempo favorito.

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Cuando ese lunes la campana dio por finalizado el día escolar y veía a Violeta desconectar el equipo de música de la última clase apretó los labios y se despidió de todos mientras subía las escaleras. Al llegar a la puerta volteó inevitablemente y descubrió a la pelirroja observándola confusa, ella le hizo una seña con sus dedos y Violeta entendió a la perfección:
comenzaba otra vez con sus prácticas de atletismo.

Chiara quitó el equipo de su taquilla y escondió un minuto su rostro dentro de el para sonreír sin que nadie la viera. Cerró con lentitud y se sintió observada; giró con rapidez y a unas taquillas más lejanas una de las porristas la observaba sin discreción alguna.

Se alejó del pasillo y cuando estaba cruzando la puerta Bea la amiga de Naiara golpeó su hombro con brusquedad y la obligó a retroceder unos pasos.

Su mochila cayó ruidosamente al suelo y ella solo se le quedó observando: la chica se alejaba con ambas manos en la cadera y ni siquiera le preguntó cómo estaba.

Fue Martin quién llegó hasta ella y le tendió la mano para ayudar a levantarse y acomodar sus cosas:

—¿Qué pasa con esa loca?— preguntó el sin importarle la manera en que la llamó o si alguien más los escuchaba.

—No tengo ni la menor idea— murmuró ella aún observando el lugar por dónde Bea había desaparecido y realmente no entendiendo nada —Voy a entrenar.—

—Ok... ¿te veo por la noche? Los chicos vendrán a casa a tomar algo y pasar el rato—

—Está bien... Hasta luego,Martin— se despidió antes de caminar a los vestuarios y luego finalmente sumarse a la pista. Vicky comenzó a dar las órdenes y ella intentó prestarle atención;
nunca había sido buena socializando con el resto de sus compañeras por lo que estaba realizando sus ejercicios de calentamientos sola pero apenas unos metros a su derecha estaba el escuadrón de animadoras y eso la ponía algo nerviosa.

Cuando Vicky gritó que corrieran diez vueltas alrededor se alejó rápidamente y comenzó a hacerlo. Sus brazos flexionados moviéndose de atrás hacia delante, su vista en el suelo y la gota de sudor fueron seguramente las acciones que no le dejaron ver que chocaba con alguien.

—Cuidado, Oliver— la empujó Bea por los hombros de frente a ella —Ten cuidado con lo que haces.—

Sus pies se movieron torpemente como sus brazos intentando detenerse, se pasó una mano por la cara y secó la transpiración. Se contuvo un momento de pie solo para observar como su pecho se inflaba y la respiración se perdía por su boca. Se inclinó reposando sus manos sobre las rodillas para recuperar aire pero otra orden de Vicky en sus oídos la obligaron a continuar.

Mientras bajaba la velocidad de su trote y llegaba a sus compañeras alzó la vista hacia un lado y observó como Violeta salía del Instituto y caminaba sin problemas hasta su mini Cooper.
Volvió la vista al suelo y frenó juntó a las demás para escuchar las nuevas indicaciones de su entrenadora.

Lenguaje del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora