15: Palabras para olvidar

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Había visto al hombre, que ahora tenía frente a ella, aquel miércoles que dejó a Chiara en la puerta de su casa y él salió dispuesto a arreglar algún desorden, seguramente, que ocasionaron en su jardín.

Apenas le había visto la cara y gran parte de su espalda pero le pareció agradable.
Inclusive cuando Chiara le dio su nombre la oyó hablar con ilusión y orgullo en su voz.

Parecía un hombre que apenas superaba los cuarenta, casi tan alto como ella y de piel clara pero con una sonrisa encantadora; Chiara tenía la misma. No, sonrió como si nadie la observara, la sonrisa de Chiara le fascinaba y no necesitaba ser comparada con la de alguien. Ni siquiera con la de su propio padre.

—Señorita— el llamado del hombre la quitó bruscamente de sus pensamientos y la mano que el estiraba en su dirección la obligó a moverse en un correspondido saludo.

—Violeta Hodar— se presentó agitando la unión de sus manos y separándolas luego.

—Alberto Williams, soy el padre de Chiara— "padre", sonrió ella, hasta casi hablaba con el mismo tono infantil que Chiara solía utilizar.

—Así me dijo la directora, venga pase— le dijo invitándolo a sentarse en el primer sitio que solía utilizar Suzete pero él negó con la cabeza cortésmente acompañada de una seña.

—Seré breve— dijo aún en la puerta. Violeta asintió y volvió frente a él —Mire, Chiara me comentó de su estadía momentánea y difícil que tiene en Menorca ya que reside en Barcelona, me dijo también que el día miércoles la acompañó a hacer unos trámites con respecto a ello...—

—Sí, Chiara me acompañó de muy buena manera y se lo agradecí sinceramente.—

—El punto, señorita Hodar, es que no estoy muy seguro de que la situación haya sido la correcta— dijo Alberto con una mirada tranquilizadora pero contundencia en sus palabras —Entiendo— alzo ambas manos interrumpiendo a Violeta cuando apenas abrió la boca —Entiendo que no conozca la ciudad, y todo las excusas que quiera, pero mi hija se retiró ese día del establecimiento escolar antes de las dos de la tarde y llegó a su casa casi a las seis... ¿Entiende mi punto?—

—Absolutamente, señor Williams y...—

—Y me gustaría que eso no se volviera a repetir, jamás, desde que Chiara estudia aquí, jamás había ocurrido semejante situación similar, por eso, mis disculpas si estoy en tono grosero pero no puedo actuar de otra
manera.—

—No lo está, señor, estoy de acuerdo con usted, y mis disculpas también por haberlo preocupado por la ausencia de su hija... Pero realmente necesitaba su ayuda.—

—Pues, ¿le doy un consejo?... Si usted va a la gasolinera, alli también pueden ayudar a llegar a cualquier lado... Y no tiene que pagar una comida...—

—Sí, sí, gracias por el consejo— dijo Violeta sonrojada. Lo primero que pasó por su mente, ese martes a la noche cuando recibió la llamada para la firma de papeles, fue Chiara. Además de ella, no "conocía" a alguien que pudiera ayudarla a recorrer el pueblo sin problema. Pero, ahora que Alberto la enfrentaba con la mirada, descubrió que el pensamiento se le fue de las manos y que ayudó a su cuerpo a manejarse a su antojo.

Alberto se aclaró la garganta antes de volver a hablar.

—Por otro lado, la felicito por lograr llamar la atención de mi hija— aseguró él ganando una rápida mirada de Violeta.

—¿Cómo?—

—Eso, Chiara odia esta asignatura y que haya hablado de la misma durante todas las cenas de la última semana es algo, ¿No le parece?—

Lenguaje del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora