Introducción

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«Te amo, pero ya no quiero estar contigo...»

Esas palabras marcan el principio del fin, como un cielo que gradualmente se oscurece, cargado de presagios, anunciando la tempestad que se avecina. Pensamientos desordenados que se acumulan en mi cabeza, y un corazón que se acelera frenéticamente, no impulsado por la pasión, sino por un pánico desconocido que se apodera de mí, tan amenazante como las nubes que se cierran sobre el horizonte. ¿Cuándo se disfrazó el adiós de una dulce declaración de amor?

Un epílogo disfrazado de prólogo, una huida que se camufla tras un «te amo». Podrías acusarme de ser un ladrón de esperanzas, un carterista de sueños, pero te aseguro, no he revelado nada. Al contrario, este fin abrupto no es más que el inicio honesto de una historia aún no contada. En realidad, al revelar la cruda verdad, he despejado el campo para un nuevo comienzo, he liberado el escenario para un acto desconocido.

Porque cuando el amor se disfraza de despedida, no se borran los recuerdos, no se anulan los sentimientos; se transforman. Al igual que el cielo antes de la tormenta, hay belleza en la desolación. Y si bien puedo ser el mensajero de este final, no soy el autor de tu felicidad venidera, ni el destructor de la que fue.

No busques en mí la explicación, porque esta paradoja es la que abre las páginas de mi historia. ¿Qué curiosa y elocuente forma de iniciar una narrativa, ¿verdad? Pero, confía en mí, es la mejor manera que encontré... Y ahora que tienes una ceja alzada en curiosidad, te preguntarás: ¿qué sucede aquí? Es un arranque potente, lo admito... y ya tengo tu atención, justo lo que buscaba.

Esa frase fue el terremoto que desmoronó mi universo, la fuerza implacable que arrasó con todo a su paso, poniendo un abrupto y punto final a mi capítulo, quebrando mi corazón no en dos, sino en mil pedazos irreconocibles.

"¿Cómo llegamos a este punto? ¿En qué momento se torció el camino?" Son preguntas que martillan mi conciencia sin descanso, cada eco más doloroso que el anterior. "¿Qué hice para merecerlo?", me pregunto, buscando alguna falla, alguna señal que me haya pasado desapercibida en el lienzo de nuestra historia.

Y ahí estaba yo, perdido en un mar de pensamientos que me asfixiaban, intentando nadar contra la corriente de recuerdos que me arrastraban hacia el fondo. No podía dejar de pensar, cada intento de escape era un esfuerzo inútil; la mente, ese laberinto del que no podía encontrar la salida...

No podía dejar de pensar...

No podía dejar de pensar...

Cada repetición era un martilleo constante, un recordatorio de la realidad que ahora debía enfrentar. ¿Había señales a lo largo del camino que ignoré? ¿O fueron mis propias acciones las que nos llevaron a este final? Cada recuerdo era un intento de armar el rompecabezas, de entender el porqué, pero cada pieza parecía cambiar de forma justo cuando pensaba que encajaba, ¿qué fue lo que hice mal?

El silencio de la noche se convertía en mi único compañero, un espectador mudo a la disolución de mi ser, testigo de mi lucha por comprender, por aceptar, por simplemente continuar respirando.

Mi mundo perdió su color, mi alma se quedó sin emociones, mi mente sin pensamientos claros, mi risa se volvió hueca, mis labios se quedaron sin besos y mi corazón, vacío de amor...

Aquella sonrisa que solía ser el reflejo de un alma plena, me fue arrancada. "¿Por qué?", me cuestionaba a mí mismo mientras la interrogaba a ella... "¿Hay otro? ¿Desde cuándo has sentido esto?"

Ese instante fue el más humillante de mi vida, aquel en el que no pude descifrar su lógica, sus razones, su perspectiva...

Comprendí que fue un error, quizás nuestro error, que ambos habíamos sido ingenuos...

Pareció un castigo merecido, aunque cruel y no deseado... Tal vez nadie entendería la magnitud del daño infligido a mi ser, pero mientras avanzas en estas líneas, podrás juzgar si fue justo o no...

Ella era mi universo entero, mi sol que iluminaba los días, mi luna que tranquilizaba las noches, la única flor de mi jardín, era mi todo... Y como a un niño al que le arrebatan su juguete favorito, llorará hasta recuperarlo, como al viento al que intentas encerrar, siempre hallará un resquicio por donde escapar, como al mar si intentas vaciarlo, terminará por desbordarse... y como al cielo si le robas las estrellas... perderá todo su esplendor.

Porque ella era mi cielo y mis estrellas, y ahora, lo que me queda es...

"Mi cielo sin estrellas."

Escrito por: Sergio Moradel

Mi Cielo Sin EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora