capítulo 11

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La primera vez que sintió el olvido fue cuando arrasó con las pequeñas cosas de la vida cotidiana.

No recordaba cuándo fue la primera vez que en el supermercado no había girado por error al pasillo de los batidos favoritos de Daniel, o cuando ya no se le pasó por la mente, como cada vez que iba, el momento en el que compraron juntos los cepillos de dientes para las casas de cada uno.
Ahora, siempre que pasaba por ese pasillo se acordaba como cerca de ahí Chiara se cayó al chocarse con uno de los estantes, y en la sección de los cepillos, se le venía el ataque de risa de Naiara y Martin hace días cuando la primera se probó una colonia y sin querer le cayó todo en la boca.

En el estanco, no pensaba por inercia en comprar dos paquetes en vez de uno. En la panadería de debajo de su casa, ya no miraba si ese día estaban sus dulces favoritos. No volvió a tener el espejismo al salir de clase de que iba a estar fuera esperándole.

Después de cuatro meses, su cama le evocaba solamente a sí mismo, sin rastro ninguno de la persona que antes también la ocupaba.

No fue solamente el tiempo, aunque tuvo la mayoría de culpa, la percepción de muchas cosas cambió en una conversación en su balcón con Violeta y Bea.
Fue un día normal, Álvaro había quedado con un chico con el que ya llevaba meses viéndose y por querer estar en compañía, avisó a sus dos amigas. La conversación salió sola tras varios discursos profundos de Violeta sobre el entregarte a alguien, originado por unos problemas que había tenido con Lucas y terminó con la granadina poniéndole de ejemplo. Sin darse cuenta, las dos fueron exponiendo situaciones de su antigua relación de una manera que él jamás las había percibido. No participó mucho, se dedicó más a escuchar y a pensar en todo lo que decían, ahora que tenía distancia y perspectiva de cómo era Daniel, en un click, todo parecía haber cambiado.

Tras años, comenzó a comprender porque a sus amigas nunca le había gustado para él.



...



- Dejarse de hostias, hoy necesitamos desintoxicación, vemos una peli y mañana nos vamos a desayunar por ahí.

- Llevamos casi dos semanas sin salir, ¿cuánto tiempo más quieres de desintoxicación, chico? - Dijo desesperado Álvaro, que se encontraba tumbado con Bea en su cama.

- Que no quiero salir ahí. - Bufó. Se empezó a quitar el pijama para buscar algún chándal cómodo en sus cajones con el que ir a por pan. - Llevo esquivando a Dani no sé ya cuánto el tiempo, no quiero que por encontrármelo borracho la cague.

- Pero vamos a ver, ¿quién te ha dicho a ti que ese va a estar hoy allí? empezando por ahí. - Se incorporó para sentarse.

- Fue mi novio durante dos años, creo que me puedo conocer sus costumbres. - Giró la vista de su armario hacia su amigo con el gesto aquel, medio indignado, medio frustrado. - Y vosotros dos también lo sabéis, vamos, no me jodáis.

- Y si está, qué más da, es lo que has dicho lo llevas esquivando desde hace semanas, y no ha ido tan mal ¿no? - Como de costumbre, Bea fue quien se encargó de relajar el ambiente de la conversación con un tono conciliador. Juanjo negó. - No tienes que dejar de hacer cosas que te apetecen por ese, además que vamos a estar nosotros y al menos yo - enfatizó. - no voy a dejarte que hagas nada.

- Ya. - Se tumbó en la cama y posó su cabeza en las piernas de Álvaro. Miró a Bea desde ahí y se le escapó una risa por las pintas que llevaba, ganándose un pequeño golpe de su parte. - A lo mejor estoy exagerando, ni al borde del coma etílico me acercaría.

- Será que lo estás haciendo bien. - Álvaro comenzó a jugar con su pelo.

- Supongo.

- Entonces, ¿puedo decir por el grupo que nosotros también salimos? - Juanjo asintió resignado y Bea aplaudió.  - Ay, qué guapo eres. - Palmeó su rostro y el aragonés quejoso se levantó para irse al fin.



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