El mercado

153 17 159
                                    

Desde que tenía memoria, Ennur siempre se había sentido fascinada por los Etéreos, la gente del aire. Ella pertenecía a la raza de los Terraneos, la gente de la tierra. Como Terranea que era, no podía evitar admirar a las aladas criaturas, que vivían en elevados edificios en la ciudad cubierta de Elitimsa, las veces que bajaban al suelo a comerciar.

El lugar donde Ennur residía era un pequeño enclave minero llamado El Agujero, emplazado junto a una mina a unos treinta kilómetros de la ciudad, de la que se extraían gemas mágicas y metales preciosos. La gente del pueblo comerciaba con ellas los días de mercado y ese era el único momento en que se podía ver de cerca a un Etéreo.

La gente del aire eran delgados y livianos, tenían unas hermosas y enormes alas transparentes plegadas con delicadeza a sus espaldas, y su aire regio los distanciaba aún más si cabe de los Terraneos, con los que evitaban todo contacto la mayor parte del tiempo posible. Además poseían misteriosos poderes mágicos que reforzaban usando las gemas que los Terraneos les vendían.

Pese a todo, Ennur tampoco era como los demás Terraneos. En su poblado la gente era de constitución fuerte, tenía la piel del color del caramelo oscuro, los ojos de un vibrante color dorado capaces de ver en la oscuridad y el cabello espeso y negro. Ella por su parte siempre había tenido una constitución frágil en comparación. Era de tez pálida y cabellos tan rubios que parecían blancos, además sus ojos eran de un desvaído color lavanda completamente inútiles en el interior de una mina.

Cuando le tocaba bajar tenía que hacer uso de un candil, cosa que era motivo de burlas y escarnios por parte de sus compañeros de turno. Ennur odiaba bajar a la mina; en el interior el aire estaba cargado de espesa arenilla en suspensión, y las vueltas y revueltas que daban los túneles le parecían opresivas y ominosas. No le gustaba la oscuridad ni tampoco los desaires de sus semejantes por culpa de su condición, que más allá de la apariencia, le impedía ver sin que hubiera un ápice de luz. Ennur debía cumplir con sus obligaciones y eso hacía aunque lo odiara.

Pero los días de mercado viajaba a la ciudad en el subterraneo y se ocupaba del tenderete familiar. Era ahí, sentada tras una mesa llena de relucientes y bellas gemas de colores, cuando soñaba despierta. Ennur sabía que su destino era trabajar en la mina, como su padre, pero no podía evitar fantasear con irse para siempre de el lugar dónde había nacido para explorar nuevas tierras y encontrar un sitio donde poder encajar de una vez por todas. También fantaseaba con los Etéreos y sus vidas secretas en Elitimsa...

El subterraneo estaba abarrotado a primera hora de esa mañana. Ennur esperaba en el andén con el resto de Terraneos del Agujero que se dirigían a Elitimsa a comerciar, mirando hacia la derecha para ver si se acercaba el tren que les llevaría a la ciudad. Bajo el brazo llevaba la caja llena de las mejores gemas mágicas que su familia había conseguido extraer durante años, envueltas en el paño de terciopelo rojo que extendería en su pequeño puesto del mercado al llegar.

Casi no podía disimular su impaciencia por llegar a la ciudad cuando alguien le tiró de la coleta por detrás. Ennur se giró con rapidez, preparada para encararse con quien hubiera sido y su réplica murió en sus labios cuando se encontró con Broc, su sonriente mejor amigo.

- Eres un bruto maleducado - le dijo con una reticente sonrisa en los labios. Broc se encogió de hombros devolviéndole la sonrisa con otra llena de hoyuelos.

- Eres tú la que está distraída y no prestabas atención.

Su falta de arrepentimiento no conmovió un ápice a Ennur que le hizo una mueca. El chico, impertérrito, se puso a su lado y se inclinó para ver si se acercaba el tren. A su espalda cargaba con una bolsa llena de sus enseres para el mercado.

- He hecho algo para ti - dijo Broc sin mirarla. - ¿Quieres que te lo dé ahora o dentro del tren? Parece que hoy se retrasa bastante...

La muchacha alzó la mirada hacia su rostro y frunció el ceño.

Hija de la tierra y el aire #ONC 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora