En cuanto la reina obtuvo de nuevo la atención de Ennur, chasqueó la lengua y empezó a hablar.
- Ennur, hija. Parece que despiertas una extraña devoción entre los hombres de tu vida. Espero no tener que arrepentirme de esto - empezó la Reina con tono severo-. Rayel te acompañara abajo, hoy tenéis que empezar a ensayar para el baile. Os he reservado la planta cien, entera para vosotros dos, toda la semana. Espero ver pronto los resultados. - Hizo una pausa significativa-. Podéis iros.
Tanto Rayel como Ennur le hicieron una reverencia y se dirigieron a las puertas dobles para salir de la enorme estancia, con el duque abriendo la marcha. Una vez en el recibidor, mientras esperaban el ascensor, Ennur alzó la mirada y se atrevió a observar a Rayel, que permanecía tenso y callado a su lado. Cuando el elevador llegó, ambos entraron sin decirse nada y Rayel marcó la planta donde se alojaban. El ascensor descendió con rapidez y ambos salieron al vestíbulo dorado y blanco que conducía a sus respectivas habitaciones.
Los dos guardias de la puerta se inclinaron con respeto cuando el duque avanzó hacia ellos, seguido de Ennur. Arren se adelantó para abrirles la puerta y franquearles la entrada. Rayel entró dando grandes zancadas y la joven princesa tuvo que apretar el paso para seguirlo. Una vez en el interior del gran salón, la puerta se cerró a sus espaldas. Ennur alargó el brazo y agarró la manga de la camisa de Rayel antes de que este pudiera alejarse aun más. El duque se volvió hacia ella y miró su mano sosteniendo la manga, antes de alzar los ojos para mirarla con una expresión tormentosa.
- No te vayas así... - murmuró Ennur en tono de súplica, mirándolo a los ojos.
Rayel se dio la vuelta, enfrentándola, y la acorraló contra la puerta cerrada, colocando una mano a cada lado de su cabeza. Luego se inclinó hacia delante y clavó sus ojos azules en los de ella, con sus labios a escasos centímetros de los suyos.
- Ahora mismo estoy tan terriblemente celoso que no puedo prometerte que me comporte como un buen chico.
Ennur parpadeó sorprendida y se recostó contra la puerta, consciente de que estaba atrapada, pero sin querer escapar tampoco. Un estremecimiento le recorrió la espalda. Sus alas, aprisionadas contra la hoja de la puerta, se agitaron ligeramente, tratando de liberarse. Ahora que tenía la completa atención del duque no quería romper el hechizo.
- Cuando te he visto entrar agarrada de la mano de ese Terráneo, yo... - empezó Rayel. Un músculo se marcó en su mandíbula al apretar los dientes. Sus labios formaron una tensa línea.
- No tienes porqué estar celoso - dijo ella, mordiéndose el labio inferior y bajando la vista a los labios del duque-. Broc y yo solo somos amigos...
- ¿Ah, si?... ¿Y nosotros qué somos, Princesa? - preguntó Rayel con un matiz cruel en la voz-. ¿Acaso somos amigos, también? ¿Amigos que se besan?
- ¡Yo no beso a mis amigos! - Ennur empezaba a enfadarse. Alzó la mirada y se encontró con la de él. Sentía las mejillas al rojo vivo y como la furia se iba apoderando de ella.
- ¿Así que tu y el Terráneo no os habéis besado? - hizo una pausa, buscando la verdad en sus ojos -, ¿nunca?
- Así es, nunca nos hemos besado - la joven se contuvo antes de darle una patada al suelo. No quería parecer infantil.
Rayel se la quedó mirando, tan cerca que sus alientos se mezclaban. Sus ojos azules le escrutaban el rostro en busca de una señal de que mentía. Al cabo de unos segundos suspiró y apoyó su frente en la de ella, cerrando los ojos.
- Nunca antes había sentido celos de nadie. Es una emoción espantosa - murmuró el duque con voz grave-. No puedo controlar las cosas que me haces sentir, y eso va a acabar conmigo.
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Hija de la tierra y el aire #ONC 2024
FantasyEnnur siempre ha admirado a los Etéreos, la gente del aire. Son elegantes, sofisticados y, sobretodo, pueden volar. Como Terranea no puede evitar sentirse atraída por la otra raza, hasta que un encontronazo con uno de ellos le hace cambiar de opinió...