El vuelo

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Ennur sentía una fuerte euforia, suspendida a más de seis metros del suelo. Sus manos se agarraban firmemente a los brazos de Rayel, que la sostenía con suavidad frente a él. Las alas batían con fuerza a sus espaldas, manteniéndolos en el mismo sitio sin esfuerzo. El duque le sonreía con algo parecido al orgullo y ella se sentía, por primera vez desde que podía recordar, poderosa.

- Ahora voy a soltar tus brazos y quiero que me sigas, vamos a dar una vuelta a la habitación y descenderemos en el suelo, junto a la plataforma de salto. ¿Estás preparada? - le preguntó el duque.

- ¡Si, vamos a intentarlo! - contestó ella con entusiasmo.

Rayel soltó una carcajada mirándola con satisfacción.

- Pareces muy animada. Vamos allá - dijo y la soltó.

Las alas de Ennur la elevaron medio metro más antes de que ella pudiera estabilizarse en el aire. Una vez logró sostenerse en el sitio como quería, miró al duque inquisitiva, esperando instrucciones.

- Sígueme si puedes, Princesa - Rayel se dio la vuelta y empezó a volar hacia la pared opuesta. Sus movimientos eran gráciles, como si flotara en el espacio con ligereza y velocidad.

Ennur se dispuso a seguirlo pero su vuelo resultó mucho más errático que el del duque. Avanzaba a trompicones, subiendo y bajando en el aire mientras intentaba equilibrarse. No era tan sencillo como lo hacía parecer Rayel. En vez de tener la elegancia de una libélula, parecía una abeja borracha. Aun así, se las arregló para seguir al duque por el aire.

Rayel miraba hacia atrás de vez en cuando, por encima del hombro, y su sonrisa burlona espoleaba a Ennur a intentar volar más recto. Por lo visto, tenía una vena competitiva que no había descubierto hasta ahora. Dieron la vuelta a la sala y el duque se detuvo en el aire, cerca de la plataforma de salto, a esperarla.

Cuando Ennur llegó, le costó detenerse para quedarse quieta en el aire, por lo que chocó contra Rayel. Él la tomó entre sus brazos para afianzarla y la muchacha sintió como se sonrojaba con virulencia. Se quedaron ambos unos instantes suspendidos en el aire, con los brazos de él sosteniendo los de ella. El duque le dedicó una sonrisa ladeada.

- Ahora vamos a descender. Tienes que inclinarte hacia abajo, pero batiendo las alas más despacio - la instruyó-. Cuando tus pies toquen el suelo tienes que dejar de aletear. - La miró fijamente unos instantes, pensativo- ¿Crees que podrás?

Ennur asintió, insegura, con las mejillas arreboladas por la excitación del vuelo y por encontrarse en brazos de Rayel. Sentía el corazón acelerado dentro del pecho y la adrenalina corría por sus venas con fuerza.

- Voy a intentarlo - lo miró a los ojos mientras se mordía el labio -. Si no aterrizo bien, ¿dolerá mucho?

- No tengas miedo. Estás hecha para volar. Además, si no aterrizas bien, estaré yo para ayudarte.

Dicho esto la soltó y descendió con elegancia hasta el suelo, aterrizando con suavidad. Ennur respiró hondo, preparándose, mientras volaba sin moverse del sitio. Sus alas batían sin ningún esfuerzo y la mantenían estable. Miró hacia el duque y le pareció una gran altura los seis metros que los separaban. Se armó de valor y se inclinó hacia delante para iniciar el descenso.

Las alas la dirigían a gran velocidad hacia el suelo y Ennur frenó de golpe, echándose hacia atrás a un metro y medio de llegar abajo. Rayel estiró los brazos para tomarla de las manos y, tirando de ella, la ayudó a bajar hasta el suelo. En cuanto las puntas de sus pies tocaron tierra dejó de batir las alas y las plegó a la espalda mientras se dejaba atrapar por los brazos del duque.

- Lo has hecho muy bien - murmuró Rayel, mirando sus labios un instante, antes de mirarla a los ojos. La sostenía contra él con suavidad, dejando que ella decidiera si quería apartarse o no-. Has nacido para esto.

Hija de la tierra y el aire #ONC 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora