El almuerzo

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Si las habitaciones de Ennur eran esplendidas, las de la Reina eran imponentes. Cuando la puerta del elevador se abrió entraron en un recibidor decorado en verdes y dorados, custodiado por dos guardias armados en la entrada. Los guardias parecían Terráneos, pero tenían alas a sus espaldas, cosa que sorprendió a Ennur sobremanera. El suelo de mármol negro con vetas doradas daba paso a un enorme sala de estar dominada por una enorme mesa de caoba. Seis sillas la rodeaban, con unos extraños respaldos bajos en el centro, que estaban hechos para acomodar las alas y poder apoyar la espalda en ellos al mismo tiempo.

Varios sofás y sillones tapizados en tonos verde botella se repartían por la estancia. Jarrones con peonías estaban distribuidos en los oscuros muebles auxiliares que estaban contra las paredes. Los ventanales del suelo al techo estaban encuadrados por unos cortinajes del mismo color verde intenso. Un diván, lleno de cojines de color malva, reposaba en un rincón, junto a un bello piano de cola de color negro. Todas las paredes estaban llenas de exquisitos cuadros de bosques y paisajes selváticos con recargados marcos de yeso recubiertos de pan de oro. Una escalera curva de madera de caoba, en el lado izquierdo de la estancia, indicaba que había al menos una planta superior.

En la mesa solo tres de las sillas estaban ocupadas. La Reina Tarla se sentaba en el asiento central, con un Etéreo desconocido al lado, que Ennur dedujo que era el rey consorte. El Etéreo era muy atractivo con sus cabellos negros y los ojos de un oscuro azul cobalto. Enfrente se sentaba el duque Rayel con una postura relajada. La mesa estaba llena de deliciosos manjares. Desde una lubina horneada en salsa, cordero con hierbas aromáticas y faisán a la cazadora con puré de patatas, hasta pequeños huevos de codorniz con acompañamiento de verduras asadas. Varias cestitas llenas de panecillos compartían espacio con una enorme ensalada y con jarras de vino tinto y agua. Junto a las paredes había dos sirvientes mestizos, con los rasgos típicos de los Terráneos, pero ambos alados, aguardando instrucciones.

Un plato vacío con los cubiertos a los lados esperaba al lado del duque Rayel. Ennur supo que era allí donde le correspondía sentarse. Tusca se detuvo en la entrada al salón e hizo una profunda reverencia a los allí reunidos.

— Sus Majestades, mi Señor... Os traigo a la Princesa.

La Reina Tarla hizo un gesto con la mano en dirección a la doncella.

— Gracias, Tusca. Puedes retirarte. — contestó la Reina. Tusca hizo otra reverencia y se dio la vuelta para volver al recibidor, donde entro en el elevador y desapareció cuando las puertas se cerraron tras ella. De inmediato, tres pares de ojos se volvieron para observar a Ennur—. Pasa Ennur, siéntate. Te estábamos esperando —. El tono de la Reina era admonitorio.

Ennur entró en el salón con paso inseguro. Se acercó a la mesa y uno de los sirvientes se adelantó, apresurándose para retirarle la silla que había junto al duque. Ennur acomodó las alas y se sentó sin mirar a nadie. Una vez acomodada, cogió la servilleta y se la puso sobre los muslos. El sirviente empezó a servir la comida en los platos de porcelana con el borde de oro que había sobre la mesa. Finalmente la muchacha alzó la vista y se encontró con la mirada calculadora de la Reina.

— Ennur, este es Trisam — dijo señalando con la mano al Etéreo de su izquierda —. Mi marido y el Rey consorte.

— Es un placer, Majestad — la joven inclinó la cabeza en dirección a Trisam, que la miraba con abierto desagrado.

El Etéreo tomó una elegante copa de cristal llena hasta la mitad de oscuro vino tinto y le dio un sorbo sin dejar de observarla. Finalmente dejó la copa encima de la mesa y se volvió hacia su esposa.

— ¿Cómo pretendes esconderla? — preguntó burlón—. Es su viva imagen.

La Reina chasqueó la lengua, molesta. Miró a su marido con desdén y empezó a cortar la carne en su plato con suma delicadeza.

Hija de la tierra y el aire #ONC 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora