Kyung-mi, una diosa que siempre ha soñado con tener una vida normal, poder convivir con los humanos, poder tener amigos y divertirse.
Después de años de insistencia en querer bajar al mundo de los humanos... Su deseo es cumplido. Conociendo a 7 chic...
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Los Dioses son seres inmortales y muy poderosos, a cambió de todo lo que se les brinda hay una regla muy importante entre ellos que no puede ser rota, si lo es tendrá una gran consecuencia.
Aquella regla tan importantes entre ellos, que no puede ser rota... Es no enamorarse, no enamorarse de seres humanos. La regla sólo cuenta en seres humanos, el mundo debajo de ellos. Enamorarse entre Dioses es algo común, son muy pocos los Dioses que de verdad sienten algo mutuo, los demás es como un tipo contrató, para traer más vidas a su mundo.
Kim Kyung-mi, una diosa muy fuerte, hija de la familia Kim. La familia Kim es conocida por su gran poder, siendo los que controlan aquel mundo, todos obedecían a sus órdenes por miedo. Kyung-mi desde muy pequeña demostró un gran interés por el mundo de los seres humanos, tanto así que le había pedido a sus padres ser llevada ahí, a lo cual su padre se negó rotundamente a la petición de su segunda hija. Habían sido años en los cuales ella había seguido insistiendo, sin éxito alguno. Hasta un día.
— Yo quiero vivir como los seres humanos, ¿por qué no puedo? —habló Kyung-mi.—
— Porque no eres un ser humano, eres una Diosa. —respondió su hermana, con cierto fastidio.—
— ¿Por qué quieres bajar al mundo de los humanos, Kyung-mi? —preguntó su madre, con su voz suave y tranquila de siempre.—
— Sólo quiero ver su forma de vivir, el sabor de la comida de ellos, ir a una Escuela al igual que ellos, divertirme con amigos como ellos lo hacen.
— ¿Estuviste espiando de nuevo? —preguntó su padre entrando a la habitación.—
— Jean... Tranquilo. —dijo la señora Kim.—
— Lo estoy, sólo estoy preguntando.
— Sí, lo hice.
— No entiendo por qué te interesa tanto, no bajarás. Nunca.
— ¿Por qué? —preguntó Kyung-mi.—
— ¡Porque no perteneces a ese mundo!
— ¡Jean! No le grites. —volvió a hablar la señora Kim, colocándo a su hija detrás de ella.—
— ¡Suficiente de está conversación!
El señor Kim salió de la habitación, seguido de él su hija, Jiyu.
— Tranquila, ¿sí? —dijo para luego abrazar a su hija.— ¿Deseas mucho ir al mundo de los seres humanos?
— Sí... Quiero bajar.
— Está bien.
— ¿Está bien...? —preguntó algo confundida.—
— Si quieres bajar, o harás. Sólo... Espera un poco.
