ꔫ: ❝El despiadado rey Hwang Hyunjin tuvo un gran acto de bondad, uno realmente difícil de adjudicar a un tipo como él. Nadie jamás en el reino de Gorse se hubiera imaginado que el rey ayudaría a un omega malherido que encontró en el bosque, sin emb...
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– Lamento haber tardado en venir – se disculpó de antemano – Le he traído algo de sopa, yo mismo la prepare.
– Muchas gracias majestad, estaba muriendo de hambre – Yongbok pasó la charola al preso y sonrió, a pesar de que el alfa siquiera podía verlo.
– Lo lamento, estaba cuidando a mi esposo y se me fue el tiempo – Rió bajito.
– ¿Cuidándolo?
– Sufrió un accidente.
– Que mala suerte, ¿Y cómo es que se encuentra?
– Bien, él se recuperará muy pronto – Suspiró pesadamente y se alejó de la celda – Señor, tengo que confesarle algo.
– Claro, su majestad – Contestó fríamente, aunque esto no fue notado por el omega.
– Lo más probable es que me vaya de aquí y no vuelva jamás – Confesó – Por eso buscaré la manera de sacarlo de aquí, con el tiempo me ha demostrado que es un buen alfa y no puedo permitir que se quede aquí injustamente.
El reo se mantuvo en silencio.
Yongbok jugó ansiosamente con sus manos, sin embargo, antes de que pudiera volverá a hablar, alguien lo interrumpió.
– ¡Su majestad! – Escuchó el grito de una de las mucamas, junto con el rechinar del viejo piso.
– Me tengo que ir de aquí, piénselo bien, volveré mañana – Limpió sus ropas y subió de nuevo sin ser visto por nadie, se escabullo hasta su habitación y esperó a que la mucama que lo buscaba entrara a por él.
Fue cuestión de segundos para que la puerta de su habitación fuera abierta.
– Majestad, el rey quiere verlo ahora mismo – Yongbok asintió sin mirarla, se levantó de la cama y con el corazón acelerado salió de su alcoba.
Caminó a paso lento hasta la habitación real y suspiró una vez estuvo en la puerta, desde la mañana no veía a Hyunjin y ya era de noche.
– ¿Qué necesitas? – Preguntó cerrando la puerta tras él.
– ¿Dónde estabas metido? – Yongbok se sobresaltó.
– Salí a pasear – Hyunjin frunció el ceño.
– Te dije que no lo hicieras – gruñó – Hay un maniaco disparando flechas.
– No me alejé mucho, no te preocupes – Tranquilizó – ¿Qué necesitas? ¿Te duele algo?
– ¿Cuándo te irás?
– Cuando puedas levantarte de esa cama – sentenció – ¿Bien?
– ¿Por qué no ahora?
– Porque quiero cuidarte, ya te lo dije – Suspiró – ¿Ya cenaste? – EL alfa negó en silencio, ni siquiera estaba mirándolo – Iré a traerte algo.