10. BE MY VOICE

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10. BE MY VOICE
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𝑻𝑬𝑨𝑪𝑯𝑬𝑹'𝑺 𝑷𝑬𝑻  ━━ PEDRO PASCAL

Podía escuchar la música por lo bajo, el ambiente denso y caliente. Su respiración se agitaba a medida que los segundos pasaban pero parecía importarle poco, en especial cuando un par de manos parecieron acaparar toda su atención.

Las manos del profesor acariciaban su rostro, notando la diferencia de altura ante la postura sentada de la chica.
Soltando un suave suspiro, el profesor retiró  aquellas gafas, antes de permitirse desabotonar su camisa.
Aria podía sentir su intimidad acalorada, sintiendo aquel flujo resbaladizo con simplemente mirarlo.

— ¿Estás segura de esto? — preguntó ansioso mientras tocaba con delicadeza su pierna — ¿Sabes que esto es prohibido, no?
— y aunque este hiciera el intento, deseaba besar sus labios.

Aria sonrió con delicadeza antes de abrir las piernas ante él. Aquello endureció al profesor, podía notar aquel semblante hambriento de deseo.
Tomando su rostro con fuerza, besó sus labios, dejando a la chica anonadada.
La joven castaña no perdió el tiempo de acariciar el cuerpo de este, aquel que tantas veces deseó poder tocar con deseo.
Balmaceda gruñó al sentir las manos de esta en su virilidad.

— Aún no es tiempo.

Tan solo aquellas palabras bastaron para arrinconarla contra el colchón de la cama.

— Solo relájate — susurró este contra sus labios antes de perderse en la piel en su cuello.

Ni siquiera sabía cómo había terminado en el departamento 546, aquel departamento de soltero le resultaba acogedor, mientras Balmaceda le hacía sentir bienvenida. Aria no podía dejar de mirar los retratos en la pared, sabiendo que había rebasado sus propios límites al estar en la habitación de un hombre que apenas conocía.

— Volteate, cariño — aquella simple palabra había tenido un efecto en la chica, quién sin meditar, se colocó boca abajo, sintiendo las manos de este recorrer su espalda — ¡Relájate! — demandó. Al intentar mirarle, el profesor la tomó del cuello y  hundió su rostro contra las sábanas — Quiero saber cuán dispuesta estás para mí.

Su cuerpo se tensó al sentir los dedos de este  masajeando suavemente su espalda, sintiendo cómo este la rodeaba de la cintura para elevarla, sintiendo completamente contra él.

— ¿A caso no confías en mí?.

Podía sentir el aliento de este contra su rostro.
Las manos de Balmaceda hicieron un lento camino hacia las piernas de la chica, permitiendo que gimiera al sentir la proximidad en su intimidad resbaladiza.
Pedro sonrió al sentir su cuerpo relajado, por lo que sin previo aviso, introdujo dos dejos en su cavidad, logrando que esta gimiera con más fuerza, llevando su cuerpo hacia atrás, solo para topar con el cuerpo del profesor.
Aquel par de dedos parecía ser insuficiente pero había encontrado una tortuosa manera de aliviar el calor en su interior.

"Inocentemente" mantenía aquel ritmo, chocando ligeramente contra el cuerpo de este, hasta sentir su virilidad despertar. No podía mirarlo, pero ante aquel roce podía percibir el tamaño.

Pedro gimió en respuesta de eso antes de propinar una sutil golpe en sus glúteos, aquella electricidad y ardor hizo que esta se detuviera en seco, anhelando cada vez más aquella sensación, por lo que ante la respuesta positiva de esta, propinó otro golpe más.
Podía sentir su cuerpo temblar, la forma en la que aquellos golpes hacían placenteros el momento, la descomunal forma en la que su sistema respondía. El placer abundaba por sus piernas pero solo Pedro podía complacer  aquello.

Sin previo aviso, la tomó del cabello para acercarla a su cuerpo.

— ¿Te gusta jugar sucio? — preguntó, excitado, tirando más fuerte de su cabello. Aria simplemente gimió antes de cerrar los ojos — ¿Te gusta saber lo duro que me pones? — sus palabras golpeaban contra su oído mientras este apegaba sus glúteos contra su virilidad — ¿Te gusta ser mala?
— el silencio inundó la habitación — ¿o solo quieres mi polla en tu boca?.

La chica lo miró de reojo, aquella sonrisa que siempre le caracterizaba, la miraba con superioridad, sin embargo, ninguno decía nada.
Aunque aquel trato parecía ser todo lo opuesto a lo que Aria experimentó, no podía negar que le gustaba y haría cualquier cosa por obtenerlo.

— Vete a casa. Hoy no haremos nada — expresó el profesor, antes de alejarse de esta  y bajarse de la cama.

Aquella revelación la tomó por sorpresa, sintiendo un nudo en el estómago al pensar que era una simple broma, sin embargo, al mirarlo colocarse la ropa interior, sabía que aquello era verdad.
Consternada, se sentó en cama, acto al cual Pedro respondió, acercándose a esta. Con un sutil movimiento, elevó el rostro de la chica hasta lograr mirarlo.

— Tengo mucho qué hacer contigo, y unas horas no serán suficientes — este besó nuevamente sus labios, aunque Aria parecía querer resistirse, no tardó mucho en seguirle el ritmo.

— No quiero irme — confesó.
Pedro acarició sus labios con delicadeza, mirando la aflicción en su rostro.

— No te estoy preguntando — contestó, cerca de su rostro.

Para tal punto, la chica se sentía ridícula, por lo que, con rapidez, tomó su vestimenta, sin notar que Pedro la miraba en cada movimiento.
Sin saber qué decir, la chica caminó fuera de la habitación, escuchando los pasos de Pedro seguirle.
Al llegar a la puerta, Pedro la detuvo, arrinconándola contra la pared.

— Te deseo, Aria — confesó, logrando que las piernas de la chica temblaran.
Las manos de Pedro acariciaban su rostro, como si fuera algo delicado y fácil de romper.

De nuevo, aquella tensión comenzaba a apoderarse del lugar. Unas simples caricias, hacían que el cuerpo de la chica reaccionara con rapidez.
Sin saber qué responder, Aria se limitó a carraspear.

— La veré en clases, señorita Chevalier.

Aquel cambio tan drástico hizo que la chica lo mirara confundida. Sin embargo, al ver la seriedad en su rostro, solo se limitó a acomodar su bolso, antes de escapar de aquel agarre y abrir la puerta.

— Hasta luego, profesor — murmuró, casi sin aliento.

Este sonrió levemente antes de mirarla alejarse.

Sin poder comprender aquello, Aria se limitó a caminar rumbo a su hogar, sabiendo que su madre estaría desquiciada ante las múltiples notificaciones. Sin embargo, aquello pareció importarle muy poco al recibir un mensaje de número desconocido.

❝ Te mirabas tan linda debajo mío, pero sé que te verás mejor cuando te haga mía. P ❞.

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𝑻𝑬𝑨𝑪𝑯𝑬𝑹'𝑺 𝑷𝑬𝑻  ;  PEDRO PASCALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora