12. BABY, BREATHE

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12. BABY, BREATHE
𝑻𝑬𝑨𝑪𝑯𝑬𝑹'𝑺 𝑷𝑬𝑻  ━━ PEDRO PASCAL

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Aunque  la joven deseara no sentirse como en tal momento, todo parecía jugar a su favor.

Extrañamente las vistas estaban puestas en ella, como si por fin fuera el centro de atención. Tal vez porque, luego de probar la longitud de su profesor, parecía haber adquirido una falsa grandiosidad.
Al finalizar la clase del profesor Balmaceda, la joven se disponía a guardar sus pertenencias pero, un obstáculo visual parecía interrumpir en su acto.

Respirando con profundidad, la joven miraba con detenimiento la escena, aquella compañera de clase que siempre parecía tener las respuestas correctas y las mejores calificaciones, se encontraba a un lado del profesor, platicando sobre la clase.
Un repentino arranque de celos acaparó su interior, pues, ella también se quedaba hasta tarde para hablar sobre clases, aunque aquello fuera lo último que hicieran.

El profesor parecía al tanto de la situación, repartiendo miradas hacia la castaña e intentar mantener la conversación.
Podía notar la desesperación en su estudiante estrella, su respiración entrecortada, su mandíbula apretada y la forma tan sutil en la que sus ojos parecían fulminar a la chica. Ante ello, este simplemente sonrió.

— Me parece perfecto, podremos discutirlo mañana — y, sin más la chica se alejó, dejándolos en completa soledad.

El profesor se recargó en el escritorio mientras acomodaba, falsamente, uno que otro cabello canoso en su sitio.
Aria no decía nada, simplemente se limitaba a mirarlo a distancia; el profesor jugaba con sus anteojos antes de retirarlos y sostenerlos  con los labios.

— ¿A caso somos exclusivos? — preguntó en un tono, un tanto burlesco pero dominante.

La castaña simplemente se encogió de hombros pero se mantuvo en su sitio.
Tal acto llamó la atención del profesor, quién, caminó rumbo a la puerta y dio un vistazo al exterior, antes de cerrarla con seguro.
Una suave sonrisa se instaló en su rostro mientras guardaba una mano en el bolsillo de su pantalón.
Aquel simple acto, pareció el mismo paraíso, Aria sentía la adrenalina en su interior al mirarlo acercarse mientras esta, a medida retrocedía hasta llegar a la pared

— Quítate la ropa, ahora — expresó con determinación.

La joven cumplió su acto, mientras retiraba cada una de sus prendas, ante la lasciva mirada del profesor.

— ¿Segura que eres solo mía? — preguntó, analizando cada centímetro de su piel.
La joven jadeó ante la textura de sus dedos — Necesito una respuesta — mencionó contra su piel antes de adentrarse dos de sus dedos en su intimidad.

El cuerpo de Aria se contrajo, sin poder evitar reprimir sus propios gemidos. El profesor se dedico a acariciar su piel mientras la cavidad de la chica se adaptaba a sus grandes dedos.
Delicados besos fueron propinados en su piel, desde la altura de su mandíbula hasta el final de su cuello.
La mano libre del profesor, masajeaba su cintura, sintiendo la suavidad.
Pequeños movimientos fueron lo suficiente para hacerla delirar, su aliento chocando contra el rostro del profesor, le hacía sentir en la gloria.
Sus manos se aferraron contra el cabello de este, tirando levemente mientras escuchaba un extraño gruñido de su parte.
El profesor la tomó del rostro, obligándola a mirarlo mientras este, la embestía con los dedos.
Mirar la fascinación con la que la chica recibía sus atenciones, lo impulsaba a ir con más avidez, por lo que, con delicadeza relamió sus labios con los de ella, antes de besarla.
Aquella nube de excitación fue suficiente para que esta gimiera en sus labios.
El profesor parecía vivir por brindarle sus caricias.
Sin embargo, la ausencia de sus dedos, fue motivo suficiente para protestar.

— ¿Qué pasa? — preguntó, torpemente, antes de sentir la boca del profesor contra su intimidad.
Su lengua danzaba al ritmo de sus latidos, sus gemidos eran como música para sus oídos mientras la miraba deshacerse en contra de su voluntad.
Las manos de la joven tomaron el cabello del profesor, tirando de él, sin repercusiones.
Su cuerpo respondía satisfactoriamente, ansiando por sentir su virilidad íntimamente.
Los labios y lengua del profesor se movían en una extraña sincronía, bebiendo de los fluidos de la joven, como si se sintiera insaciable.

Tan pronto, su cuerpo se contrajo, este agregó un par de dedos para facilitar su trabajo, la chica maldecía mientras se debaja llevar por el vaivén de sus movimientos.
La forma ridícula en la que su cuerpo parecía no pertenecerle y parecía entregarse completamente al profesor, la llevaba al borde de la locura.
Y, en cuestión de segundos, un aclamado y arrollador orgasmo acaparó cada centímetro de su cuerpo, ahogando sus gemidos mientras cerraba los ojos con fuerza.

El profesor bebió hasta la última gota, no sin antes pasar una última vez su lengua en su muy sensible intimidad, la chica sintió un escalofrío por ello, por lo que, antes de mirar al profesor, se maldijo así misma ante las atenciones de aquel hombre. Incluso replantéandose hasta dónde sería capaz de llegar, sin embargo, al mirar a aquel hombre, siendo un desorden, todo parecía pasar a segundo plan. Cabello desordenado, pequeñas gotas de sudor contra su frente y una barbilla brillante ante su propia excitación, le hacía sentir que se encontraba en el cielo.

Balmaceda le regaló una sonrisa, antes de, colocarse a su altura.

— Tenía que devolverte el favor de alguna forma — explicó, masajeando suavemente sus senos y, posterior, besó sus labios, permitiéndole probar sus propios fluidos. — ¿Demasiado bien, verdad? — preguntó con una sonrisa — Deberías vestirte — mencionó antes de alejarse de la chica. Y, de nuevo esa extraña sensación se instaló en el lugar —Ve a casa y descansa.

La joven hizo caso ante ello, colocando cada una de sus prendas, el profesor se limitó a mirarla, sintiendo la hinchazón entre sus piernas, y que más tarde, tendría que solucionar.

Ya vestida, esta tomó su mochila, antes de mirar por última vez al profesor, quién, se apartó de inmediato al notar que esta se encontraba dispuesta para besar sus labios.
Tal acto tomó por sorpresa a la joven, sin embargo, fingió que todo se encontraba bien.
Sin despedirse, caminó rumbo a la puerta y escuchó las palabras de su profesor, que, durante toda la tarde retumbarían en sus oídos.

— Prepárate que pronto, te haré sentir la única mujer en este mundo.

𝑻𝑬𝑨𝑪𝑯𝑬𝑹'𝑺 𝑷𝑬𝑻  ;  PEDRO PASCALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora