Chapter Eleven

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La vida de Daniel hasta ahora podría decir que dió un giro de 180°, pasó de ser un don nadie heterosexual en un pueblo perdido de Washington, a ser la pareja de tres reyes vampiros que cambiaron su sexualidad y le dieron un título que nunca esperó tener. Y todo esto gracias a su torpe y enamoradiza amiga Bella, y su estúpido novio inmortal.

Aún así no se queja de los nuevos acontecimientos, es cómodo y hasta ahora experimenta una felicidad que nunca antes había sentido.

Ahora mismo se encuentra en su habitación, peinando sus rizos rebeldes e intentado de que su apariencia delicada se vea mejor de lo que usualmente se ve. Tendrá una cita con Marcus en menos de media hora, el esfuerzo que nunca ha puesto sobre sí mismo para ver a sus citas anteriormente, lo hacen sentir tonto por como se arregla ahora.

Sus padres no están en casa, habían vuelto a salir con amigos y no regresarían hasta el día siguiente, es casi impresionante como pasan más tiempo en casas ajenas que en su propia casa. Daniel ya estaba acostumbrado a la soledad de su frío hogar, sin embargo hoy el ambiente se sentía ligeramente diferente. Su corazón palpitando de miedo sin aparente razón, y sus oídos estaban atentos a cualquier ruido que pudieran escuchar.

Había pasado tantas veces el peine por su cabello que tenía miedo de terminar arrancándose el pelo, pero aún así no podía dejar de peinar sus rizos chocolate, la madera del cepillo en su mano le transmitía la tranquilidad que el ambiente no podía.

De repente algo llamó su atención desde el espejo. Había una nota cuidadosamente doblada envuelta en un lazo rojo, colocada estratégicamente sobre la cómoda, y Daniel podría jurar que no estaba ahí hace menos de 5 minutos. La curiosidad y el miedo se apoderó de él mientras tomaba la nota tembloroso.

"Es solo una nota. Estás siendo paranoico, mamá pudo dejarla ahí antes de salir" pensó para sí Daniel, su mente tumultuosa intentando calmar la incertidumbre de su corazón.

Desdoblando el papel, Las palabras escritas de una caligrafía perfecta y envidiable saltaron a su vista: "No podrás escapar de mí, tu sangre alimentará mi vida y tus gritos harán gozar mi alma. Cada crujido de un hueso roto será para mí la música más hermosa que ni siquiera las musas han podido crear. Tu vida está en peligro, yo soy el depredador y tú mi presa".

Un escalofrío recorrió la espalda de Daniel y el sonido de su corazón martillando resonó en sus oídos. Su respiración comenzó a ser inestable y miró a todos lados con miedo y paranoia brillando en sus ojos. ¿Qué clase de monstruo podría haberle escrito una nota así? ¿Y sería capaz de cumplir sus promesas?

Con el corazón en un puño, tomó su teléfono dispuesto a llamar a Marcus o a cualquiera de los otros dos. La ansiedad roe su mente como las termitas una madera vieja. Sus dedos temblorosos intentan escribir los números en su teclado pero la mano le tiembla demasiado como para hacerlo lo suficientemente rápido.

Su cuerpo se sobresalta cuando escucha un ruido fuerte proveniente de la planta baja de su casa, las lágrimas brillan en sus ojos amenazando correr por sus mejillas. Aterrorizado toma un bate de béisbol de su habitación, ese de metal que usaba de vez en cuando en juegos de pelota con sus amigos.

Lo agarró con fuerza cuando el sonido irritante, como de uñas arañando una pizarra, se acerca cada vez más hasta donde se encuentra. La puerta de su habitación se abre con un chirrido molesto, de esos espeluznantes que solo escuchas en películas de terror, Daniel fácilmente podría decir que se encontraba en una.

Impactado por la figura que se mostraba ante él, los ojos de Daniel se abrieron en pánico y apretó con fuerza el bate entre sus nudillos. La persona frente a él se veía grande, corpulento, envuelto en una capa gruesa y ancha que ocultaba su cuerpo y su cabeza, tenía puesto una máscara dorada con pequeñas gotitas de sangre en las mejillas. El rostro de la máscara parecía el de una mujer, le recordó por unos segundos a esas estatuas talladas en representación a los dioses. La vestimenta le hacía difícil identificar si se trataba de una mujer o un hombre, pero en su estado de terror lo único que le impulsaba era salir con vida.

Prácticamente podía saborear el placer del monstruo frente a él ante su pánico absoluto, el estómago de Daniel se remueve con disgusto al identificar en sus ojos lo que parece una sonrisa debajo de la máscara. La adrenalina guían su lucha por escapar. Aprieta con fuerza el váter en sus manos y se abalanza contra la figura oscura, su presunto asesino se mueve con gracia, escapando del golpe endeble de Daniel pero dándole la oportunidad de salir de la habitación. Se deslizó en una esquina sigiloso, enigmático y malvado.

Le brindó a Daniel la oportunidad de huir y a él la oportunidad de cazarlo. Daniel corre por su vida intentando llegar hasta la puerta principal, detrás de él camina a paso calmado, en la penumbra de lo incógnito, el ser sin horario ni cementerio. Busca atemorizar la existencia de Daniel y disfruta cada segundo de agonía que su terror produce.

Daniel se estrella contra la puerta principal, tratando de abrir la cerradura con sus manos temblando y el pulso acelerado, un eco de angustia que su alma se anega. Por fin la puerta es abierta, justo en el momento en que la figura estiró sus manos oscuras para alcanzar su cuerpo. Cerró la puerta en la cara del producto de su horror, y corrió con todas sus fuerzas en una calle donde las farolas titilan como si luciérnagas se tratasen. El viento frío envuelve en un abrazo el paisaje desierto, y solo la tranquilidad golpea a Daniel cuando en medio de su carrera se hizo visible la casa de Bella. Lloró lágrimas de alegría y alivio, y tocó la puerta con desespero.

Cuando Bella abrió la puerta, se lanzó a sus brazos con el cuerpo tembloroso.

— Pasé tanto miedo... - lloró en los brazos de su amiga — Pensé que nunca saldría de allí.

Bella lo abrazó confundida, observando con incertidumbre como la figura de Daniel temblaba entre cada hipo y palabra pronunciada.

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