Capítulo 47

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Deniz Aslan.

Debería concentrarme en el mapa que tengo en mis manos pero mis ojos se desvían una y otra vez a la figura que hay a unos metros de mi totalmente desnuda.

El agua le cae por todo su cuerpo mientras que sus manos enjabonan delicadamente cada centímetro de el, dejándome unas vistas absolutamente apetitosas y irresistibles sino fuera por qué ella debe descansar.

Hasta que su cuerpo no esté libre de las marcas que la han ocasionado otras personas, yo no podré ni una más, puede que ella en estos momentos lo desee tanto como yo, pero no voy a tomarla como a mí me gustaría.

Todavía no.

Mis ojos se despegan de ella cuando minutos después sale de la ducha, y se envuelve en una toalla antes de acercarse al espejo para detallarse más a fondo.

Se mueve con soltura y no hay ningún incidió de malestar en ella, la he observado durante las ultimas horas con demasiado detenimiento, cuando ha desayunado bajo el sol completamente desnuda para mí, o cuando se ha quedado totalmente dormida en la tumbona de mi lado.

Absolutamente ni un rastro de dolor en ella, lo cual me indica que está funcionando los inividores que hay en este lugar, los cuales han sido fabricados por las manos de Isak y que en estos momentos son más útiles de lo que pensaba.

Me recuesto en la silla en la que estoy viendo como ella se peina el pelo tranquilamente, sin ninguna prisa y tomándose la calma necesaria para desenredarlo después de haber pasado mis manos toda la tarde por el.

Esa melana pelirroja es mi delirio desde que era tan solo una niña.

Mis dados se aprietan sobre mi mano mientras la sigo mirando, no he podido dejarla sola ni un momento aunque sepa que está absolutamente segura en este lugar, estamos prácticamente solos sino fuera por el doctor y los cuatro chicos de servicio que están ocupando la última planta sin acceso a las demás.

El magnífico crucero que es propiedad de la hermandad y que fue realizado justamente para ella, el cual siempre está en mitad del mar y nunca llega a ningún puerto, lo cual lo hace un lugar ideal para que el mundo no sepa dónde estamos.

La isla también hubiera sido un buen lugar para estar en estos momentos, tiene la misma características que estar aquí, pero hubiera tenido que compartirla con su gente y en estos momentos es lo que menos deseo.

La necesito completamente para mi como ella tanto quería.

—No me importaría seguir desnuda, pero empieza a hacer algo de frio—escucho su voz que se filtra junto al sonido del mar que la rodea creando una melodía perfecta.

Mis ojos buscan los suyos a través del espejo viendo como me mira con sumo detenimiento mientras que deja caer la toalla una vez que está seca, la mejor vista de todas y de la cual no me cansaré de ver.

—Abre las puertas de tu izquierda—digo roncamente mientras que veo como una sonrisa se extiende por su cara antes de mover es perfecto culito hacia donde le he indicado.

Su boca se abre lentamente cuando ve el vestidor que he logrado tener listo para este momento, todos estos años ha sido repletado de la mejor ropa de cada país que he visitado, solamente por estos segundos de sorpresa en su cara.

Supongo que sabía en el fondo de mi que iba a ceder en algún momento y que la iba a traer aquí, aunque nunca esperé que fuera en esta situación, pero aún así me alegro de tenerlo todo listo para ella.

—Dios, esto es un sueño—habla mientras que se adentra a él y yo me levanto para quedar apoyado en una de las puertas viendo cada una de sus expresiones—todo esto vale billones—habla en un susurro aunque la escucho perfectamente.

Sometida ante el pecado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora