13. Tarde de verano

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La música apenas se oyen a través del bullicio, solo ellos que están cerca son capaces de oír la melodía de la canción, puede que a su alrededor haya personas, pero poco le importan a Tsukishima mientras mira al fantasma recargado sobre la mesa, parece como si estuviera dormido, pero hay un ligero movimiento en su cabeza que demuestra que esta tarareando la canción, pueden estar rodeados pero se siente como un lugar para ellos dos.

Mira con atención a Kageyama, trata de recordar su rostro, aquellas expresiones que en un pasado aprecio y ahora son borrosas en su memoria, sin embargo solo hay una silueta sin rostro, una sombra, lo único que queda de Kageyama Tobio.

—¿Por qué me miras tanto? —no sabría decir si su tono es molesto o solamente cansado.

Piensa en la pregunta por unos segundos, siente curiosidad, esa es parte de la respuesta, pero también hay un sentimiento que no entiende que lo hace desviar su mirada a Kageyama, espera encontrar algo, pero todavía no sabe que.

—Ya ni se te puede mirar, majestad.

—Cállate —la canción esta apunto de acabar, la melodía final se desvanece lentamente.

—Que mal humor —mira alrededor notando como los pocos compañeros que hay estan demasiados entretenidos en sus propias conversaciones.

—Me gusta.

—Debería, tenias pésimos gustos musicales.

Hablar con Kageyama durante tanto tiempo le hizo darse cuenta de lo inculto que el fantasma era en todo lo referente a la música, lo único que escuchaba era las canciones más genéricas y conocidas por todo el país, canciones de mal gusto en simples palabras, luego estaba en su habitación oyendo música cuando pensó que esa canción podría agradarle a Kageyama.

A veces le desagrada que algunas canciones le recuerden a Kageyama, pero al final terminan ahí, escuchando las canciones y oyendo la opinión del chico sobre cada una de ellas.

—Estaba en ¿francés?

—Lo es, porque limitarnos a las canciones japonesas cuando hay más.

Tercer año, en unos meses terminara la preparatoria, en otros menos deberá aplicar el examen para la universidad, todo cambia, la vida avanza y eso causa incertidumbre.

Kageyama le produce una sensación de inquietud y calma al mismo tiempo, no hay miedo, solo esa sensación de estar fuera del mundo, pero está bien, se siente cómodo. De alguna manera esas sensaciones son agradables. Kageyama sigue a su lado con una presencia que no pasa desapercibida, menos con esos escalofríos que regala con tan solo pasar a su lado.

Es raro convivir con él, sin embargo ya es habitual, familiar.

Vivir y morir, son dos palabras contradictorias, así como ellos, pero de alguna manera no existe la muerte sin la vida ni la vida sin la muerte, una regla universal, una de la que nadie se salva, y como si fuera su destino están ahí, unidos como esas dos palabras, siendo pruebas de su contradicción.

Y, esta bien. No le importa el destino, ni siquiera quiere entender porque están ahí, es agradable simplemente estar. Kageyama parece estar mirando el cielo a traves de la ventana, ambos han mirando el cielo azul sobre ellos, han visto tantos cambios de climas, días helados, días lluviosos, o esos odiados días soleados, se han quedado hasta tarde simplemente conversando, otra veces en silencio.

Y hay momentos en donde simplemente no quiere irse a casa, instante donde prefiero quedarse en la escuela.

Mira a Kageyama, sigue siendo una sombra, sin embargo hay algo distinto, ahora ya no tiene una forma humanoide, sino como una sombra lejana, pero totalmente humana. Es como verlo en la oscuridad de la noche.

El fantasma enamorado || TsukikageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora