Sangre y ritos

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Cuatro años antes.

En el extremo meridional del continente, allá donde no había más que arena en todos lados,  se veían dos figuras, las cuales sin importar el extremo calor y desolación, avanzaban hacia el centro del lugar.

—¿Por qué no hay nada en estas tierras tío Zald? —Preguntó el joven de 14 años al hombre que se encontraba a su lado—. Se que es un desierto pero, incluso se que hay todo un reino en unas tierras similares.

—Eso es por qué esto no es un desierto, Bell —Contestó el hombre enorme—. Dedine¹ no es un desierto normal, este lugar me trae varios recuerdos.

—Me sorprende que conozcas este lugar, está muy lejos de la civilización.

—El ser aventurero no es sinónimo de que permanezcas en Orario —respondió el guerrero—, cuando eres un aventurero de primer nivel incluso debes hacer misiones fuera, de hecho en este terreno fue la última misión que pude hacer antes de enfermarme.

—¿En serio?

—Así es, aquí mi familia y otras más nos unimos para derrotar a un gran enemigo.

—¿Qué tipo de enemigo era ese?

—Una calamidad —Dijo el hombretón con una expresión seria en su rostro, como si la sola mención de ese enemigo le trajera malos recuerdos—. A partir de un punto de este desierto, verás que la arena cambiará de color a un negro profundo, esa arena es la culpable de que nunca haya monstruos aquí.

—¿Por qué es eso?

—Miedo

Con esa palabra, Zald dio por terminada la conversación con el joven al cual ya ha comenzado a ver cómo su pupilo y sobrino, no estaban en este terreno tan peligroso para un viaje de introspección, vinieron por una misión importante.

—Bell, recuerda por qué estamos aquí, no cedas y mantente alerta ante cualquier movimiento.

—Entendido.

Durante los últimos meses, gran cantidad de civiles de pueblos agrícolas y aldeas pequeñas han sido víctimas de asaltos, robos, secuestros e incluso asesinatos, al parecer habían sido víctimas de una familia de asesinos y ladrones, muchos de los líderes de esas aldeas fueron a pedir ayuda al abuelo de Bell.

—Nunca pensé que el abuelo accedería a este tipo de solicitudes —Dijo Bell mientras subía por un montículo de arena—, me sorprendió aún más que allá ordenado que me llevarás contigo.

—Debes aprender algo del anciano —contestó Zald—, nunca podrá cambiar su hábito de ayudar a las personas. Muchas veces nos ordenaba ayudar a los civiles que sufrían, siempre ha tenido debilidad por nosotros los mortales.

Bell aprendió algo de su abuelo, eso le hizo ilusión, pensaba que solo era cosa de cuando comenzó a cuidar de Bell pero, aprendió que incluso desde antes, cuando estaba en la cima de los Deus dea era igual de filántropo.

—Aunque era más pesado si quién pedía ayuda era una mujer —susurró Zald, tan bajo que Bell ni con sus oídos mejorados por el estado podría escucharlo.

Al llegar a la cima del montículo de arena Bell quedó sorprendido con la vista que se extendía, Zald ya le había dicho pero el verlo fue abrumador.
Todo el desierto había cambiado, negro, todo lo que podía ver Bell era eso, un profundo y vicioso color negro.

—¿Qué demonios pasó aquí?

—Ten cuidado Bell, a partir de aquí deberás de tener cuidado, esa ceniza es venenosa —Indicó el aventurero, el más que nadie en el mundo conocía mejor ese veneno que él—, sé que con tu aumento de nivel has adquirido resistencia anormal pero, aún así este veneno es más penetrante que puede atravesar ese milagro.

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⏰ Última actualización: Mar 01 ⏰

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