Capítulo 2

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Pierre, Charles y Max se encontraban en una de las zonas VIP en las gradas del hipódromo* de la carrera a la que estaban asistiendo. Las apuestas se seguían haciendo, se podía ver en el lugar una que otra persona cumplir con sus propios rituales de victorias, era claro que la carrera todavía no iniciaba, de momento se podía ver a los caballos y a los jockeys en el desfile antes de la carrera, que no era más que los caballos dándole una o dos vueltas a la pista. Les servía también como calentamiento.
Charles y Max no pasaron por alto la manera en la que Pierre parecía tener los ojos pegados a un caballo- mejor dicho, a una persona específica.

— ¿Ya admitió que le gusta el jockey* del 22 o no? — le pregunta Max a Charles en un intento malo de un susurro, la respuesta de Charles es reírse y negar con la cabeza.

— ¡Que no es el jockey! — exclamó Pierre, regresando su mirada a sus amigos, con las mejillas ligeramente coloradas. — ¡El 22 es un muy buen caballo!

— Ay Pierre por favor, ¿crees que no nos damos cuenta de cómo lo miras? — continuó Max molestando al francés, como si se tratase de niños pequeños molestando a su amigo con su crush. — ¿Cuál era su nombre? ¿Yuki?

— Max… — dijo Pierre en un tono de advertencia.

— Es joven, ¿no? Con bastante energía, muchísimo potencial.

— Max… — Charles y Pierre ya sabían a dónde iba esto.

— Es bueno en lo que hace, seguro que más de una vez lo has imaginado motándote a ti-

— ¡Wow, okay, basta! — esta vez exclamó Charles, interrumpiendo entre risas y con los ojos muy abiertos el discurso de Max, quién también se encontraba riendo con nada de vergüenza sobre lo que dijo. Pierre por su parte se cubría la cara con ambas manos mientras rezaba que nadie haya escuchado las palabras de Max.

— Pero fuera de broma, no te equivocas, el 22 es muy buen caballo. — Max dijo una vez se calmaron las risas. — Es del rancho Pérez.

Charles rodó los ojos ante el recordatorio de su vergonzoso encuentro con el hombre mexicano. Ya habían pasado 2 semanas desde aquel suceso, por suerte el sentimiento de humillación había disminuido, pero no desaparecido completamente. Realmente no quería saber nada del hombre.

— Eso he escuchado. — añadió Pierre.

— Pierre, ¿nunca has pensado en comprarle un caballo a Checo? — preguntó Max con una sonrisa. — Tengo entendido que cierta personita entrena ahí.

— ¿”Checo”? — cuestionó Charles.

— Sergio. El dueño. Sus amigos le dicen Checo. — aclaró Max, cosa que solo hizo a Charles alzar una ceja.

¿Desde cuándo Max conoce a Sergio Pérez? ¿Qué tan cercano son para que Max lo llame “Checo” con tanta naturalidad?

Los pensamientos del monegasco fueron interrumpidos por Pierre aclarando su garganta.

— Bueno, el cumpleaños de mi sobrina no está muy lejos, un caballo podría ser un buen regalo. — dijo el francés sin mirar directamente a sus amigos. Max y Charles simplemente se miraron entre ellos con una expresión ligeramente burlona.

— Simplemente asegúrate de saber bien qué buscas. Checo no le vende a cualquiera. — dijo Max. A Charles le constaba, pero obviamente no iba a admitir eso.

[…]

La idea de ir al rancho Pérez a comprar un caballo de repente pasó de ser un “después vemos” a “lo vamos a hacer ahorita ya”, por más que Charles intentó sutilmente desviar el plan o simplemente despegarse, ninguno de sus amigos lo dejó, y por alguna razón, Max estaba muy insistente de ir tan pronto como fuese posible.

Tensiones, Competencia Y Poder | Checlerc PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora