Capítulo 4

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Con el reloj rozando las 12 de la tarde, medio día, Charles sentía que se le iban a caer los brazos, le dolía todo el cuerpo, está sucio, cansado, desvelado, absolutamente todo mal. Desde el momento que llegó, se pusieron inmediatamente manos a la obra, o bueno, Checo puso a Charles a manos a la obra, demostrando una vez cómo hacer ciertas tareas y luego dejando que Charles las terminara, observando casi como si fuera un show cómo Charles batallaba.

Limpiaron todos los establos, cambiaron la paja del suelo, cambiaron el heno, el agua, prepararon ciertos suplementos para los caballos más jóvenes; Cuatro corrales, un establo por corral, de 7 a 10 caballos por establo, y encima con lo grandes que eran cada uno de los corrales, Charles estaba en todo su derecho de estar de mal humor, le dolían los pies ya de tanto caminar y estar de pie. 

Sentado en el césped con la espalda apoyada contra un árbol, Charles se refugió en su sombra con toda la intención de descansar, aún si Checo le había dado la tarea de “vigilar” a los caballos en lo que él iba a buscar algo.

Después de un rato, ve a Checo acercarse con dos recipientes y dos botellas de agua, es cuando Sergio se sienta a su lado, a una distancia considerable, que Charles se da cuenta que Checo le trajo comida, por la apariencia y el aroma, recién hecha. El mexicano le pasó un recipiente y una botella, para seguidamente él empezar a comer como si nada, ganándose una mirada extrañada del monegasco. 

— Si no quieres comer, no comas. — dijo Checo, sin siquiera tener que voltear para saber cómo Charles le estaba mirando, y cuando Charles estuvo a punto de decir algo, se vio interrumpido por un rugido de su estómago. 

Sergio esta vez sí voltea a mirarlo, con una sonrisa que Charles quiso convencerse era burlona, pero a ojos de cualquier otra persona parecería de ternura. Leclerc decide evitar la mirada del mexicano al sentir sus mejillas calentarse. Pronto tomó el recipiente cercano a él y mira la comida por un momento en silencio. 

— ¿Tú lo hiciste? 

Checo asintió. — No tiene veneno, no te preocupes. 

Charles dejó salir algo similar a una risa, y procedió a empezar a comer. El monegasco no iba a admitir en voz alta que aquello era lo mejor que había probado en muchísimo tiempo. 

— ¿Siempre comes afuera? — Charles se sorprendió a sí mismo preguntando, con curiosidad genuina.

No estaba en sus planes conversar con el mexicano, pero su padre siempre le había dicho que la comida sabía mejor acompañada de una buena charla. 

— No siempre, pero necesito vigilarlos. — Checo señaló con la cabeza a la manada de caballos a poco menos de un kilometro de ellos. — ¿Ves a ese de ahí, el café? — Sergio apuntó esta vez con la mano a un caballo especifico, pero pronto se dio cuenta que Charles no sabe a cuál  exactamente se refiere, por la manera en la que sus ojos verdes no paran de buscar al dichoso caballo. 

Sergio regresó su mano, y con el suave, casi delicado, toque de sus dedos, movió ligeramente el mentón de Charles, dirigiéndole la mirada. Charles asintió cuando sus ojos encontraron su objetivo, intentando no concentrarse demasiado en la sensación del toque del hombre en su mentón. 

— Ese. — Sergio continuó. — Es más pequeño y delgado que los demás. No lo dejan comer. 

— ¿Por qué no? 

— Así es la naturaleza, es lo que pasa con los más débiles. — Checo se encogió de hombros. — Claro que siempre me aseguro de que coma bien en los establos, pero no es lo mismo. Además, ha estado bastante adolorido, sospecho que los otros caballos han estado violentos con él, tengo que ver qué tanto. Si es mucho, tendré que moverlo de manada.

Tensiones, Competencia Y Poder | Checlerc PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora