Capítulo 1

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Desde pequeño Sergio siempre amó trabajar con los caballos, ponerse sus botas y su gorra aún con el sol apenas asomándose por el horizonte siempre valía la pena cuando en su vista se asomaban esos majestuosos animales. Todavía recuerda a su primer caballo propio, suyo de él le habían dicho, un Paint horse*, típico caballo manchado de estilo vaquero, bastante común en el norte del país, y la raza de caballos con la que su familia le enseñaba a los más jóvenes a continuar el legado; Sergio todavía recuerda la emoción y la felicidad cuando vio al potro, el animal con meses de edad medía poco menos de 20cm por debajo Sergio, en estatura, a sus 10 años, con su pelaje marrón y manchas blancas (o blanco con manchas marrón, dependiendo a quién le preguntes). Sergio lo llamó Café con leche. Formaron un lazo inmediatamente, y hasta la actualidad, Café con leche sigue siendo su mejor acompañante.

Al mismo tiempo, Sergio tuvo la oportunidad de ver como su familia empezaba a abrirse camino en el mundo de las carreras de caballos, no en las carreras tal cual, pero consiguiendo, críando y vendiendo las razas que se usan en las carreras. Sergio va a ser el primero en hablar orgullosamente del buen trabajo que hace su familia con los caballos, lo que prontamente les trajo una reputación que agregarle a su apellido, gente interesada en invertir en el rancho, gente de otros países buscando la calidad de sus animales, no solamente en carreras, sino también para trabajo, otras disciplinas o incluso de compañía.

Pocos años pasaron cuando pudieron tener a la vista la posibilidad de abrir un rancho del otro lado del charco, entrar al mercado de Europa, siendo principalmente sugerencia de la familia Sainz. La familia española y la familia mexicana ya se conocían, y eran amigas desde un par de generaciones, la de Sergio sería la tercera. Checo todavía recuerda la primera vez que su papá le mencionó esa idea, la idea de expandirse a Europa, se emocionó, inmediatamente apoyando la idea, y también recuerda cómo se ahogó cuando su padre le dijo que quería que él fuera quien lo hiciera. Fue un gran impacto a sus 12 años, un hermoso sentimiento de orgullo al saber que su padre confiaba en él tan plenamente con algo tan importante, pero al mismo tiempo un enorme miedo que lo carcomía con tan grande responsabilidad. Claro que no fue hasta 8 años después, con Checo recién entrado en sus 20 que su familia dio tan grande paso.

Cuando Checo llegó a Inglaterra, Carlos Sainz (Jr.) fue quien lo recibió, con una amplia sonrisa y un enorme entusiasmo. Sergio y Carlos ya se conocían, pero no eran particularmente cercanos, al menos hasta ese momento; la sonrisa confiada de Carlos le transmitía un sentimiento de seguridad a Checo que le ayudó con tan grande cambio. Pronto se establecieron, pudiendo expandir el pequeño pedazo de terreno con el que empezaron conforme iban ganando presencia en el lugar, todo esto en gran parte a Carlos, siendo que su familia también contaba ya con un nombre en el continente. Sergio se sentía bien con el cambio, si bien sí había sido complicado adaptarse, para sus 23 se sentía más que cómodo con lo que tenía, y también había sido capaz de aprender el idioma bastante rápido, aun con un acento bastante presente, pero Checo jamás se avergonzó de ello.

Sin embargo, esa comodidad llegó a su fin el día que se dio cuenta la manera en la que trataban a sus caballos en el continente europeo, Checo no sabía si atribuirlo a una diferencia cultural o qué, pero pronto empezó a notar que mucha gente no conocía o simplemente se rehusaba a brindarle los cuidados necesarios a los animales, se dio cuenta que los veían y trataban más como un objeto que como un ser vivo. Empezó a rehusarse a venderle caballos si él consideraba que la persona interesada no iba a cuidar del animal, esto claro no fue lo ideal para el negocio. Discutió con Carlos esa vez, Carlos entendiblemente molesto por cómo Sergio rechazaba a todos los potenciales clientes que traía, la discusión escaló a lo físico cuando Carlos le dijo que si quería sobrevivir, necesitaba dejar de preocuparse por esas bestias. Checo lo empezó, pero ambos salieron igual de lastimados de esa pelea. Moretones, sangre y el riesgo de una nariz rota fueron necesarios para que ambos se dieran la oportunidad de hablar claramente y escucharse mutuamente, hablaron por horas, y hablaron de más que solo caballos, ambos eran jóvenes, muy jóvenes con enormes cantidades de responsabilidad encima, ambos lejos de casa en un lugar qué no conocían, con gente que no conocían, y sin el privilegio de poder mostrar miedo o debilidad porque tenían cosas que hacer.

Tensiones, Competencia Y Poder | Checlerc PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora