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Alana sintió aquél familiar calor recorrerle la nuca en cuanto escuchó la puerta de la sala cerrarse, usualmente ella y Enzo se intercambiaban mensajes durante el día, él solía invitarle a que tomara cosas del refrigerador si es que ella lo necesitaba y ella le daba ánimos cuando el chico se quejaba una y otra vez sobre tener que sentarse durante horas a que le hicieran el maquillaje para las grabaciones, sin embargo, después de la situación del otro día, Alana se había tomado el fin de semana entero sin pisar el edificio ni poner sus dedos sobre las teclas de la computadora.

Intentó escribir en su propia casa, pero no funcionó.

No lo veía ni había conversado con él desde aquél día en el que Enzo había besado su cuello, los recuerdos de aquella noche profanaban su mente más de lo que le gustaría admitir: Antes de dormir, al despertar, en la ducha, de camino al departamento de Enzo, cuando Sebastián la miraba, todo el tiempo.

Guardó la laptop en su mochila y salió del estudio, se había preguntado cientos de veces durante el fin de semana si su relación con Enzo cambiaría de alguna manera después de lo que había sucedido, lo menos que quería era que su amistad se fracturara, y aunque sabía que no había estado bien la manera en la habían terminado aquella noche, no pensaba dejar de hablarle o escribir en su departamento, claro, siempre y cuando Enzo pensara igual.

—Hola—Enzo la saludó animosamente en cuanto la vio ingresar a la sala, el peso imaginario que cargaba en sus hombros desapareció del cuerpo de Alana—. ¿Te gusta la comida thai?

—Es mi favorita.

—Bueno, eso tenemos en común—dijo él acomodando las cajas en la pequeña mesa de la sala, había algo íntimo en comer con Enzo ahí y no en el comedor o en la cocina—. Pero es vegana, obvio—apuntó.

—Lo supuse.

Alana se sentó en el suelo y apoyó la espalda en los pies del sillón.

—¿Comes así siempre?

—¿Cómo?—preguntó Enzo con la boca llena de fideos, se veía adorable y Alana rió.

—Pues aquí, en el suelo—dijo tomando una de las cajas de comida.

—Eh, usualmente comía afuera después de grabar—dijo él una vez que tragó su comida—. Llevo meses viviendo acá y la primera vez que comí en el departamento fue el día de la pizza—sus mejillas se tornaron rojas, Alana no supo descifrar si era por la información que acababa de brindarle o por recordar aquella noche.

—No te creo—se burló.

—¡Es la verdad! Siempre como afuera, se me da fatal cocinar.

—Bueno, esa ya es otra cosa que tenemos en común.

—Si viviéramos juntos probablemente moriríamos de hambre.

—Lo último que he hecho desde que vengo acá es morirme de hambre—replicó Alana mostrando el gigantesco plato lleno de fideos y tofu, Enzo soltó una carcajada.

Una calidez agradable invadió su pecho, era un alivio que continuaran su amistad justo donde la habían dejado, Enzo no parecía tener intenciones de mencionar lo del beso en el cuello y ella tampoco pensaba hacerlo, estaba bien, podrían vivir del recuerdo.

—Entonces...—dijo él jugando con su comida—. ¿Cómo te has llevado lo de escribir?

—Genial—respondió—. Te digo que el lugar que preparaste para mí es mágico.

—¿Me dejás leerlo?—preguntó él con ojos suplicantes, Alana bajó la mirada, se sentía avergonzada, siempre le había dado vergüenza que la gente leyera lo que escribía antes de que fuera publicado, pero por alguna razón con Enzo era diferente, quería que la leyera, saber su opinión.

high infidelity ; Enzo Vogrincic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora