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Cuando Enzo dejó su quinta copa vacía de la noche en la mesa de cristal, supo que tenía que dejar de beber, al menos si no quería hacer el ridículo enfrente de personas tan importantes.

Cuando Alana y su familia sugirieron la fiesta, la idea no le encantó, nunca le gustaron las multitudes, ni ser el centro de atención, ni hablar en público, sin embargo, podía decir que en contra a todo pronóstico, esta era una de las mejores noches de su vida, estaban sus amigos, compañeros de trabajo y claro, las mujeres más importantes de su vida, ¿qué más podía pedir? Quizá si pudiera cambiar algo, sería que Lana pudiera estar más tiempo a su lado, pero la chica se veía bastante divertida y bien acompañada por Martina, la cual la tenía de arriba a abajo, a pesar de lo lejos que se encontraban (es decir, los separaba el sillón de la sala) no podía dejar de observarla, Alana tenía el poder de iluminar cualquier habitación que pisase, su largo cabello castaño caía de manera despreocupada por toda su espalda, su flequillo estaba perfectamente peinado aunque un poco más largo de lo normal, Enzo hizo nota mental de volverlo a cortar cuando tuvieran oportunidad.

A decir verdad, nunca se había considerado una persona romántica, claro que había tenido sus novias y claro que había regalado flores y chocolates en más de una ocasión, pero nada se comparaba a ella, nada se comparaba a lo que sentía por Alana.

La mujer había llegado a cambiarle el mundo por completo, lo hacía sentir en casa, incluso si no eran del mismo país, incluso si ambos se encontraban a cientos de kilómetros lejos de casa, su lugar era con Alana.

Se sentía tan agradecido con su yo del pasado, ese Enzo que tuvo el coraje y valentía de acercarse a ella y pedirle su número telefónico, eso era otra cosa que nunca había hecho antes, pero Alana tenía este campo magnético que lo empujaba a ella, es como si ella fuera el sol y el el planeta que orbitaba a su alrededor.

Alana se encontraba en esos momentos hablando animosamente con Martina, se notaba de lejos que ella también estaba borracha, sus mejillas se encontraban más sonrojadas de lo normal, su equilibrio estaba algo afectado y claro, estaba haciendo esa manía de pasarse la lengua por el labio inferior, cosa que por cierto, lo estaba volviendo loco.

Fue una grata sorpresa el darse cuenta que Alana parecía caerle muy bien a Martina, ella era una adolescente algo difícil, le había espantado más de una novia en el pasado, incluso Sonia, que siempre fue muy amable con ella, nunca terminó siendo del agrado de Martina.

Pero, ¿en realidad se lo podía cuestionar? Resultaba imposible que Alana no le agradara a las personas, no cuando era tan sencilla, carismática y amable, no cuando era así de brillante.

No podía entender aún cómo había personas que la habían defraudado y se empeñaban en lastimarla, ¿quién en su sano juicio haría tal cosa? Enzo se había hecho una promesa hace mucho tiempo: Proteger a Alana al 100 %, sin importar las circunstancias o el tiempo.

Entonces, de un momento a otro, Alana frunció el ceño y huyó de la sala, dejando a una Martina bastante consternada.

Enzo caminó rápido hacia su dirección, sin importarle las personas con las que había estado conversando.

—Creo que quiere estar sola—dijo Martina con tono de nerviosismo, Enzo apretó la mandíbula, ¿qué mierda le había dicho a Alana que la había hecho sentir mal?

—¿Vos le dijiste algo?

—No, sí, no sé—respondió con preocupación genuina, tenía cara de arrepentimiento, Martina no tenía filtro, a veces hablaba sin pensar o simplemente decía cosas imprudentes, Enzo se limitó a sacar aire por la nariz y seguir a Alana.

—Amor—tocó la puerta, pero Alana no respondió—. ¿Está todo bien? Si Martina te dijo algo inadecuado no le hagás mucho caso, es un poco infantil.

high infidelity ; Enzo Vogrincic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora