21.

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—¡Sorpresa!—exclamó Alana en cuanto la puerta se abrió en su cara, tal vez era el café tan cargado que se tomó en el aeropuerto apenas pisó su país natal, tal vez era ver nuevamente el rostro de la persona que más apreciaba en el mundo, pero de pronto toda la fatiga que había sentido en su largo viaje, se esfumó por completo apenas la vio.

—¿Alana? ¿Qué chingados haces aquí?—preguntó Anna como si estuviera viendo a un fantasma.

—No actúes tan emocionada—respondió sarcásticamente.

—¿Cuándo llegaste a México?—preguntó su hermana mayor jalándola del cuerpo y aplastándola en esa clase de abrazo que sólo ella sabía dar.

—Acabo de llegar—respondió con tono de culpabilidad, como si de pronto volvieran a tener 9 y 15 años.

—¿Mamá y papá saben qué estás aquí?—preguntó Anna tomándola de los hombros e inspeccionándola de arriba a abajo, como cerciorarse que fuera la Alana real y no un producto de su imaginación.

Anna no sólo era su hermana mayor, también era su mejor amiga, eran polos opuestos, mientras que a Alana siempre se le había dado la literatura, a Anna se le daban los números, Anna tenía una vida básicamente ya resuelta: Estaba casada con otro arquitecto desde hace 6 años, tenían un departamento en la zona más costosa de la ciudad y dos hermosas mellizas. La vida perfecta.

—No, no realmente—respondió con una mueca.

Todo había sucedido muy rápido, una noche estaba llorando en el sillón de Enzo debido al asunto de la editorial y a la mañana siguiente ya se encontraba arriba de un avión, volando de vuelta México.

—Te van a matar cuando se enteren—dijo Anna cruzando los brazos.

—¿Debería regresar a España?—preguntó con gracia, como si se tratase de la tienda de la esquina—. Sólo serán un par de días.

—Ojalá fueran más—respondió su hermana, hablando por primera vez con afecto—. Pasa, ¿esa es tu única maleta?—preguntó apuntando la mochila que llevaba en sus hombros, por primera vez, Alana no había sobrecargado su equipaje, todo gracias a Enzo, él mismo le había empacado la mochila con lo que según él, era lo necesario para sobrevivir durante 4 días.

—Ehh, no—dijo apartándose del marco de la puerta, si a Anna aún no le daba un infarto por la tan inesperada sorpresa, el momento había llegado.

—¿Te trajiste a tu gata?—gritó horrorizada.

—Su nombre es Zola—le recordó tomando la transportadora y al fin ingresando al departamento, soltó un chiflido cuando lo vio, no recordaba lo espacioso y elegante que era, tal vez eran cosas de arquitectos, o tal vez era que simplemente tenían un trabajo fijo, Alana sintió una punzada en el estómago, últimamente los temas de trabajo y dinero le resultaban bastante sensibles.

Alana desabrochó la transportadora, Zola salió de ella de inmediato y si no estuviera tan ocupada tomando del plato de agua que Alana acababa de servirle, seguramente inspeccionaría todo el lugar.

—Por favor dime que tiene todas sus vacunas—dijo horrorizada, Anna era una maniaca de la limpieza, le temía a todo lo que no fuera desinfectante y cloro, de cierta manera, le recordaba un poco a Enzo.

—Claro que sí, ¿qué clase de madre crees que soy?—preguntó ofendida.

—Vi las noticias, casi se les ahoga la vez que tú y Enzo se fueron a la playa, ¿cómo está él, por cierto?

—Está bien—dijo sonriendo—. Trabajando hasta el tope, se encuentra grabando las últimas tomas de la peli que lleva tanto tiempo filmando.

—Aún me parece extraño el hecho de que seas su novia.

high infidelity ; Enzo Vogrincic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora