Capítulo 6

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Se aferro al cuello de su contraria, contrayendose debajo de ella, intentando no manifestar más de lo debido, más de lo que debería, más de lo que merecía, porque la verdad que solo ella conocía era que realmente no quería estár allí, aquel no era el olor que ansiaba ni los labios que deseaba fervientemente.

Unas manos ásperas recorrían partes de su cuerpo que nadie había tocado, como tierra virgen e inocente que aún no sufrían de imperfecciones, arrugas o manchas. En esas caricias no había amor ni adoración, tampoco cuidado o decencia, solo encontraba hambre y lujuria en aquellos apretones y mordidas que pretendían disfrazarse de "caricias".

Si podía permitirse ser brutalmente honesta, no quería estár allí, no quería ser ella, daría lo que fuese por no serlo.

Como perfume barato, aquel "deseo" que empañaba las ventanas del auto era efímero, falso. Pretendía ser verdadero y duradero, pero por más que lo deseaba no podía serlo.

Nunca pensó que su primera vez sería en un auto, en el estacionamiento de un centro comercial con una mujer que no amaba, de la cual a duras penas conocía su nombre porque, en el fondo, no le interesaba.

Morena, cabello largo y castaño, labios gruesos y una particular manía por usar gorras. No sabía de donde venía, ni a donde se dirigía, tampoco su color favorito, mucho menos la fecha de su cumpleaños, solo estaban allí, por alguna razón estaban allí.

Sus manos, ásperas contra su pálida piel, de vez en cuando se colaban debajo de su blusa. Un hormigueo ácido recorría su vientre cada vez que reunía el valor para mirarla a los ojos, intentaba descifrarla, sentir algo cuando sus ojos cafés se posaban en ella, pero no podía, era como una ecuación ilógica, sin solución.

La culpa martillaba en su consciencia, no quería estár allí, no conocía a esa mujer y sin embargo, allí estaba; siendo tocada debajo de su falda e ignorando los comentarios obscenos que escupía su contraria.

Se sentía indefensa, casi estúpida frente a ella. Se había visto envuelta en aquella situación sin esperarlo. El plan era solo ver una película, pero parece que su falda gris y las mallas que envolvían sus delgadas piernas eran una invitación para un encuentro furtivo y hambriento a no solo desearla, sino también tocarla.

¿Se había vestido de forma inapropiada? Tal vez era eso, tal vez ella lo tomo como un incentivo para explorar sus límites físicos... Pero ella no lo quería, ella tenía sus límites bien marcados y sin embargo no podía. No podía detener aquella locura que comenzó en un auto y terminaba debajo de su blusa. Siempre fue de carácter fuerte, de imponerse y manifestar contra lo que no le gustaba ¿Por qué no encontraba su voz ahora?

Sus caricias quemaron su piel, como agua hirviendo dejaron marcas. Cada beso, cada caricia, cada embestida fue una puñalada fría y certera contra su ego, contra la pequeña "yo" que imaginaba que habitaba dentro de ella, en un vacío blanco que supervisaba sus pensamientos, deseos y miedos. Esa pequeña Rai estaba herida, porque no se estaba siendo fiel a ella misma, a sus deseos y sus principios.

La gente acostumbraba a comprarla con una muñeca; delicada y hermosa, hecha para no tocarla sino para admirarla. Pero nunca pensó que seria tratada como una muñeca, pero no de porcelana sino de trapo.

¿Ese era su destino? ¿Qué la viesen como una muñeca que podían solo adorar o usar como les plazca?

Algún día alguien le dijo; "Puedes tener a quién quieras". Nunca le habían mentido de tal forma.

Aquella persona que se había obligado a dejar de amar, esa que unos años atrás le había roto el corazón con una frase tan corta como cruda.

"Yo no puedo amarte, Rai... Yo no puedo amar a nadie."

Planta | RailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora