Capítulo 4

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— Y bien, esto es el pago del alquiler de este mes.

Francisco recibió el dinero con un asentimiento de cabeza y una sonrisa conciliadora.

— A tiempo como siempre — dijo y no pudo evitar poner los ojos en blanco ante la satisfacción implícita en su tono — te juro que cuando te vayas voy a extrañarte. Ojala todas fueran tan puntuales como tú.

—Créeme que yo no voy a extrañarte — respondió en tono burlón. Francisco emitió una risa ahogada — disfruta los últimos pagos, porque ya falta poco para irme. Cada día la boda está más cerca.

— La boda de la florecilla — asintió el hombre — es dentro de poco. Curioso momento para irte, si soy sincero. Antes no parecías tener tanta urgencia por ello; ahora parece que cuentas los días para huir de aquí. ¿Por qué?

Julia se encogió de hombros.

— Digamos que antes no tenía una razón de peso para irme. Ahora sí, de hecho, me iría antes si no fuera porque les prometí a ese par que estaría ahí y ya no puedo tirar para atrás.

— Si no te ofende ¿puedo preguntar cuál es la razón que te obliga a irte tan rápido?

Julia apretó los labios, dudando en responder. Francisco y ella no eran demasiado cercanos, aunque si podía decirse que eran amigos casuales, de esos con los que a veces te tomas un café y conversas sobre la vida o ayudas cuando tiene algún problema no muy difícil de resolver. Le había confiado algunos temas de su vida, por ejemplo, la relación toxica con sus padres, pero jamás le confió temas escabrosos; como la muerte de su marido o de su hijo.

Y no es que fueran problemas parecidos, pero para ella, el tema de Carlos Saavedra era muy escabroso. No es que se comparara con una pérdida física, una muerte literal... mas bien, se trato como de una especie de muerte emocional para ella. No dejo un vacio físico, dejo un vacio mental, como si hubieran apagado toda su capacidad de amar con un interruptor.

No iba a contarle todo eso.

— Digamos que es la misma razón que me trajo aquí en primer lugar — fue lo único que pudo decir. Francisco soltó un pequeño silbido antes de asentir, comprensivo.

—Vale, entiendo, debe ser algo bastante fuerte — Julia agradeció que no preguntara más. Era una de las cosas que le agradaban de él, jamás hacia demasiadas preguntas, ni quería saber más de lo necesario por seguridad. — solo diré que espero que a donde sea que vayas tengas una mejor vida. Y aunque no me beneficie a mí en absoluto, me alegro que quieras dejar el negocio. Eres una buena mujer, mereces una vida mejor.

Enarcó una ceja.

— Vaya, jamás pensé escuchar que te alegraría que me fuera. Creí que solo te importaba el dinero

Ahora fue Francisco el que se encogió de hombros.

— No voy a negar que me interesa el dinero, pero también tengo sentimientos — rió con suavidad — te he tomado cariño y ya sabes, cuando uno le toma cariño a la gente quiere que las cosas salgan bien para ellos. No me hagas mas caer en sentimentalismos, por favor.

La risa de ambos solo fue interrumpida por el teléfono de Julia. Curiosa, miró la pantalla y suspiró al darse cuenta de quien se trataba.

— Vuelvo en un minuto.

Caminó hacia un pasillo alejado antes de contestar el teléfono. Apenas lo coloco en su oído, la voz alegre de Isabela resonó a través del auricular.

— ¡Julia! ¡Me alegro que hayas contestado! — la voz al otro lado de la línea era entusiasta. A veces le costaba creer que era la misma chica de hace unos meses, que apenas hablaba y si lo hacía, era prácticamente susurrando. Como cambiaban las cosas — ¡Necesito un favor tuyo, con urgencia!

Los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora