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—¡Eres un idiota! ¡Ya me tienes harta con estas peleas!

Trataba de mantener un tono bajo, pero al contrario no parecía importarle eso en lo absoluto.

—¿Yo a ti? ¡Tú me tienes harto a mí con tus pendejadas!

—¿Crees que mis sentimientos son una pendejada?

—Sí.

Se tapó el rostro con ambas manos, ya bastante cansada y harta. Llevaban cinco minutos peleando y su paciencia y sus energías se estaban agotando bastante rápido. Que desacreditara sus sentimientos como si no fueran nada le daban ganas de echarlo a patadas y golpearlo.

Ya ni siquiera recordaba porqué peleaban. Tenía frío y sueño, no podía detenerse a tratar de entender sus palabras maliciosas porque no tenía la capacidad.

—¿Entonces por qué vienes a buscarme a mi puta casa en medio de la noche? ¡Despertaste a mi mamá!

—Quería arreglar las cosas, pero veo que tú no. Terminamos, ya me tienes harto.

—Y esta vez es para siempre.

Le cerró la puerta en la cara. Se hizo un silencio sepulcral en el que podía incluso oír su respiración y sentir el frío calándole hasta los huesos. Suspiró profundamente. Ya ni siquiera dolía o algo parecido, lo odiaba tanto que cuando menos lo esperó, ya había dejado de importarle.

Prefería estar sufriendo por ser tolerada y no por su ausencia. Prefería sentarse frente a él en la mesa cada noche teniendo la puerta a pocos metros, teniendo la oportunidad de salir al mundo a buscar a alguien que sí la valorase. Miguel no sería algo fácil de olvidar porque había estado ahí cuando más lo necesitó, cuando más necesitó a alguien más bien. Se quedaría tan marcado como un beso robado, a pesar de que cabía la posibilidad de que él ya la hubiera olvidado.

Sin embargo, no quería ser igual a su madre. No quería abrazar el odio de un hombre que ni siquiera parecía quererla. No quería amar la maldición que la había condenado. No quería sentirse destrozada por alguien, no quería que su oxígeno fuera ese amor que no le traía más que problemas. Quería sentirse correspondida, amada. Avanzó hacia las escaleras, subiéndolas sigilosamente entre la penumbra.

Pensó en todo lo sucedido hace menos de seis meses cuando se metió bajo la cobija abrasadora. El cómo la paz había vuelto a Veracruz después del incidente con los Chaneques y cómo el amor que le tenía a Leo resucitó en menos de un pestañeo.

Y eso, nuevamente, la llevaba de vuelta a él.

Todo lo que conocía lo hacía. Era casi insoportable.

Probablemente había empezado a sentir algo por él cuando lo conoció, pero fue oficial cuando el castaño la salvó de la muerte. Más que agradecida se sentía todavía más enamorada.

Pero era una estúpida niñita, por lo que no podía identificar sus sentimientos así como así.

Suspiró una vez más, deseaba volver a verlo. Revertir sus errores pasados y, aunque no fuera para tener algo más, quedar en buenos términos con el muchacho. No lo merecía, no merecía esa amabilidad y compasión suya.

Tal vez lo buscaría pronto. O él llegaría a ella antes de lo planeado.

✓ ALL OF THE GIRLS, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora