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Era otro día normal en Veracruz. Se sentía más libre al no tener la preocupación de ver a Miguel por ahí.

Bueno, si llegaba a topárselo sería incómodo a más no poder, pero al menos ya era libre.

Leo San Juan estaba metido en su mente y corazón como nunca antes. Era hasta ridículo. Le había contado a su mamá, y la verdad es que había reaccionado bastante bien, ya que, aunque le tenía aprecio a la familia de Miguel por ayudarles cuando habían llegado a Veracruz, no lo creía lo suficientemente bueno para su hija.

Ni ella podía creerlo, pero concordó. Leo era bueno, tan bueno para ella, que la sola idea de que podía causarle algún daño era inaudita.

Podría ir y buscarlo, hacer lo que debió de haber hecho desde un principio.

Cuando estaba considerando hacerlo, la puerta fue tocada varias veces. 5 toques resonantes. Dejó a un lado la tela que su madre le pidió que arreglara y se levantó, estirándose un poco. Meredith, quien estaba durmiendo, levantó la cabeza al igual que sus orejas, observando con curiosidad. A pasos apresurados fue a la puerta y la abrió.

Su corazón se aceleró bastante, mientras que su rostro enrojeció. Estuvo a punto de irse de espaldas contra el suelo por la sorpresa. El moreno que tanto la traía hecha un desastre estaba ahí, parado en su puerta con flores en mano. Tulipanes rosas.

—Hola... — su voz temblaba de nerviosismo. Sonreía, pero más parecía estar disfrazando sus ganas de salir corriendo. Su mirada avellana la hipnotizó una vez más, luego las flores que llevaba en mano. Leo no sabía qué miraba tan enmudecida hasta que se dio cuenta y se las extendió. — Eh... no sabía que traerte así que te traje estos tulipanes.

«Simbolizan la pureza y la inocencia».

Finalmente reaccionó, tomándolos con delicadeza. Sus manos se rozaron, encendiendo el rostro del muchacho. — Gracias, son muy bonitos...

—Sí, ¿verdad?

Asintió en silencio. No supieron qué más decir, por lo que solo se miraron entre sí. Ella, a pesar de tener la notoria cicatriz que le dejó uno de los Chaneques en la mejilla, se veía deslumbrantemente bella.

Eran diferentes situaciones, pero ambos pensaban en lo mismo. En las ganas que tenían de abrazar al otro, de besarlo nuevamente.

—¡____! ¿Quién es? — gritó su madre desde la cocina.

—¡Es Leo! — lo miró, sonriendo de nuevo. Apenas lograba reaccionar sobre que en verdad lo tenía en frente. — ¿Quieres pasar, o...?

—Sí, muchas gracias. — apenas puso un pie dentro de la casa, Meredith bajó de las escaleras y se frotó contra él, lo que lo hizo reír suavemente. — No sabía que tenías un gato.

—Se llama Meredith.

—Es muy bonita... — se arrodilló para acariciarla, lo que le arrancó ronroneos de regocijo.

—Por cierto, ¿y Nando?

—Fue a saludar a la familia de Diego, le dije que lo alcanzaría más tarde.

Se ruborizó. Quiso ir con ella primero antes que con la familia que salvó, eso era tan lindo de su parte.

—Ya veo... bueno, al menos lo veré más tarde.

De la cocina emergió el contorno de su madre. Al ver a Leo, le brindó su habitual sonrisa cansada.

—¡Leo, qué sorpresa verte aquí!

—Buenas tardes, señora. — ladeó la mano a modo de saludo.

Hablaron un poco, ____ sin saber qué hacer más que pararse escuchándolos. Después, su madre salió a dejar las telas que había reparado en la tienda donde trabajaba, Leo acompañó a la rubia a poner las flores en agua.

____ las observó todavía con aquel tinte rosado en sus pómulos, acomodándolas de un modo que se viesen más bonitas de lo que ya eran.

—¿Te costó encontrarlas?

Leo se rascó la nuca, nervioso. Nunca lo admitiría explícitamente, pero sí le había costado mucho.

Fue bastante exigente a la hora de escoger flores para llevarle. Ella le recordaba a los tulipanes rosas: sus colores vibrantes, sus pétalos suaves y delicados, su perfume embriagante, sus tallos robustos y firmes. Quería llevárselos aunque fueran tan difíciles de conseguir.

Pero con la ayuda de su hermano Nando, los encontró. Dos pueblos después, pero lo hizo.

—No mucho, pero no te preocupes por eso. Quería darte un detalle después de lo que te hice pasar hace unos meses, es lo mínimo.

—Sabes que fue mi decisión.

—Aún así no justifica nada.

—Bueno, lo que tú digas. Agradezco mucho el detalle.

Acomodó el florero en la mesa, junto a los cubiertos y la tela que cubría la madera, Leo sobre pensaba su próximo movimiento mientras tanto.

—Oye... ¿no te gustaría ir con nosotros a Puebla unos meses?

Volteó a verlo estupefacta. ¿Aún después de todo la quería llevar? ¿Después de estar al borde de la muerte? Vaciló, pero la verdad es que le encantaba la idea.

—¿De verdad? — asintió de inmediato. — Pero... no sé si mi mamá quiera.

—Podemos convencerla entre Nando y yo, no creo que se niegue. — tomó sus manos entre las suyas, reflejando ilusión en su mirada. — ¿Te imaginas? Te llevaríamos a comer, iríamos a la plaza... ¡conocerías a mi nana!

«Y estaríamos juntos».

—Eso me encantaría...

—Pues cuando regrese hablamos con ella. ¡Mira, ahí viene Nando!

De forma repentina la puerta se abrió ruidosamente, revelando la figura del mayor de los hermanos.

—¡Hola, cuñada!

—¡Cállate, Nando!

✓ ALL OF THE GIRLS, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora