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Durante un viaje, algo muy importante es que en todo momento estuvieran cerca de un pueblo o un lugar donde pudieran comprar agua y comida. Sobretodo agua. Morir de deshidratación no estaba dentro de sus planes.

—¿Me dejarías ir a comprar esta vez? — preguntó a su mamá, extendiendo la mano para que le diera las monedas con las que pagaría.

Ella no se veía muy segura de hacerlo. Apretaba los labios y la miraba en la manera en que lo hacía cuando de pequeña le pedía que le comprara un juguete y en ese momento no podía hacerlo. Nunca quería dejarla alejarse por más de 10 metros, se preocupaba demasiado.

—...está bien. Pero rápido.

Asintió, entrando al pequeño negocio frente suyo, el único del pueblo. Estaba casi todo saqueado. Miró alrededor, buscando lo que necesitaba.

No tardó en llamar la atención de los pocos que se encontraban ahí. Su madre le había devuelto el cárdigan, así que ya no estaba tan expuesta. Sin embargo, su piel y cabello de otro color eran bastante llamativos.

Suspiró, buscando no avergonzarse. Sus movimientos eran temblorosos y nada firmes. No trabajaba bien bajo presión. Cuando eligió lo que llevaría lo dejó en el mostrador, bajo la mirada de un hombre tal vez 20 años mayor que ella. Tras un momento de hacer cuentas, él subió la mirada.

—Son $5.76.

Frunció el ceño.

—No, todo junto son $3.89. — dijo señalando un cartel con los precios. Una suma nada compleja.

—Está equivocada. Son $5.76.

—Pero solo tengo $4...

—Pues qué pena, chamaca. — a pesar de que había desviado la mirada, pudo verlo sonreír con mofa.

El enojo surgió, pero trató de mantenerse serena ante la situación.

—Señor, no creo que de verdad haya cambiado el precio.

—Pues cree lo que quieras, mocosa majadera.

—¿Hay algún problema aquí? — ella se giró. Leo estaba cruzado de brazos, recargado en el marco de la entrada del negocio. Fruncía el ceño, visiblemente molesto. Los nervios la invadieron aún más. — Señor, aquí está el resto del dinero. Ya nos vamos. — dejó caer algunas monedas de forma poco amable en el mostrador y la jaló al ver que llevaba todo lo que había comprado en brazos. Su intervención la ruborizó. Una vez más, él la había salvado. No pudieron ver por ninguna parte a su madre ni a Nando, a lo que Leo explicó. —: Fueron al baño o algo así.

Ella asintió, sin más. Pero no calló por mucho tiempo más. — Muchas gracias por defenderme.

—No es nada, de verdad. Nadie debería hacer esas cosas.

—Concuerdo, fue... horrible.

—Lo sé, no te preocupes. Ya pasó.

Sonrió. Se sentía más calmada. Leo siempre la hacía sentir más tranquila con sus palabras. Él bajo el sol, como en ese momento, parecía un ángel. Aquella visión relajó sus músculos, haciéndola suspirar.

✓ ALL OF THE GIRLS, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora