✓ ALL OF THE GIRLS, leo san juan.

016

Suspiró subiendo la mirada, cerrando los párpados. Leo la besó superficialmente en el cuello mientras acariciaba su rostro, tratando de demostrarle su amor de la forma más delicada posible. Lo hizo mientras la atrajo hacia sí y le acariciaba las rodillas con las yemas de los dedos.

Habían pasado varias semanas desde que se habían declarado, y todo había marchado de maravilla. No volvieron a hablar de sus sentimientos pero sí volvieron a besarse, muchas veces. Era todo lo que habían deseado, estaban felices. Eso sí, muchas veces solían cuestionarse qué eran. ¿Amigos, novios? Debían aclararlo para saber cómo comportarse, pero no es como si hubieran encontrado un momento adecuado. Siempre estaban rodeados de su familia o de gente de la calle.

Pero al llegar a una zona más privada y tranquila —un callejón oscuro.— él aprovechó y se le abalanzó. Y bueno, no es que le haya desagrado, para nada.

Leo dejó su cuello de lado y volvió a sus labios, besándolos amorosamente. Correspondió con la misma intensidad, estremeciéndose por dentro. Lo único que la mantenía en pie era la pared y el agarre del muchacho. Sus dedos subían y bajaban por su rodilla, amasando con sutileza la piel de su muslo. Jadeó mientras un hormigueo recorría su cuerpo.

La estaba tocando como siempre lo había deseado, la estaba adorando justo como soñó durante esos años de suspenso. Sus besos eran su muerte y sus caricias su perdición.

Leo, después de hacerle esos tocamientos (según él muy íntimos), la invitó a comer. Estuvieron risa y risa, luego se quedaron conversando en una fuente cerca de su casa, ya más calmados. Apoyó su cabeza sobre su hombro, mientras que el moreno le susurraba elogios con un sonrojo en su rostro. Él parecía tener la innata habilidad de mantener una sonrisa en su rostro todo el tiempo.

—Tengo ganas de ir al baño, ya vuelvo.

—Sí, está bien. — se reincorporó, abandonando el calor de su hombro, viéndolo pararse e irse en dirección a su casa.

Suspiró, girando un poco su cuerpo para remojar las yemas de sus dedos en el agua de la fuente. Observó el líquido cristalino correr cuando una voz masculina se pronunció.

—Hola...

Se giró abruptamente al oír la voz de Nando.

—¡Nando! ¿Cómo estás? — le sonrió. La verdad es que estaba feliz de verlo, no habían tenido la oportunidad de hablarse más allá de saludarse o despedirse.

Fue ahí cuando notó que se veía algo serio, también que no había hecho ninguno de sus comentarios habituales.

¡¿Nando estando serio?!

—Bien, pero... ¿podemos hablar?

—¿Qué pasa?

El de pañoleta parecía apenado, se rascaba la nuca, evitando mirarla. — Me da mucha pena, pero... noté que ayer Leo llegó todo marcado del cuello. Y... ay, Dios, ¿cómo te digo esto? Aunque no sé qué tan avanzados estén... sí sé que no me puedo meter en lo suyo, y que no será la última vez que venga así, pero si te soy sincero, me da miedo que lleguen más allá... solo tengan cuidado, ¿sí?

Un sonrojo cubrió sus mejillas. ¿Leo había sido tan descuidado que había dejado que su hermano viera las marcas? Si él las había visto, ¿quién más pudo haberlo hecho? ¿Pronto todos lo sabrían?

A Nando no le gustaba que hiciera eso, pero a su hermano menor vaya que sí.

—Lo tendremos... — murmuró, avergonzada.

—El chisguete es mi hermano, me preocupo por él. Lo entiendes, ¿verdad?

Asintió. — Sí, lo entiendo. No te preocupes, estaremos bien.

—Más le vale que te cuide, o se las va a ver conmigo. Ya ves que está medio menso en estas cosas del amor.

—¿Quién dices que es el que está menso?

Leo apareció, cruzado de brazos y frunciendo el ceño.

—¡Órale! ¡Hola, chisguete!

—Que no me digas así. — farfulló.

—¿Qué? ¿Te vas a poner tus moños ahora que tienes novia?

—No somos novios... pero al menos yo sí tendría.

—Y yo tengo salud.

—Pero yo tengo vida social.

—¡Al menos yo no soy un chisguete!

—¡Basta! — los paró, para luego reír.