010

500 59 10
                                    

Todos siguieron el camino que les indicó el chamán, aunque al llegar a la presa vacía no tuvieron más opción que pasar por un enorme tronco mientras sus amigos fantasmas luchaban contra ellos. Ingresaron al templo junto a Nando, Diego y la tal Xóchitl.

Hicieron una parada para revisarle la herida, Leo hizo un chasquido con la lengua. — Ay Dios, ¿qué hago? Se ve muy profundo, hay mucha sangre. ¿Te duele mucho? ¿Arde? Responde por favor.

—Estoy bien... pero duele cuando hablo.

—Entonces no lo hagas. — tomó sus manos a modo de consuelo, todavía examinando la herida con detenimiento. — Se te puede infectar, necesitamos usar algo para que no suceda...

Miró alrededor como si fuera a encontrar la solución a simple vista, su corazón comenzó a latir con fuerza. Estaría bien si no supiera que su amiga fantasma los estaba viendo. Lo soltó en seco, mordiéndose el interior de la mejilla herida para suprimir el dolor en su pecho.

—Estoy...

—Que no hables, terca.

—No prestes atención a esto, Leo. Hay que seguir.

—No me voy a poder concentrar.

—Sí, sí vas a poder.

Le dio la espalda y comenzó a caminar junto a los otros tres, Leo no tuvo más opción que hacerle caso.

—Órale, pues sí está bien bonito. — comentó el mayor viendo el interior conforme avanzaban, Leo lo calló al tener a unos Chaneques dormidos encima de ellos cuales murciégalos.

Xóchitl comenzó a desvanecerse, Leo la tomó de las manos al igual que a ella hace un rato, diciendo que tenía que quedar algo de energía. Pero no era así y desapareció.

Internamente se sintió feliz de que ella se haya desvanecido y Leo estuviera triste por ello.

Deseaba poder quitarle la tristeza.

—Tenemos que seguir. — asintieron.

Trotaron cuesta arriba hasta el lugar donde los Chaneques tenían a todas su víctimas, estampados en algún tipo de cristal luminoso amatista contra gruesas raíces oscuras. Contuvo una exclamación ya que Leo se apresuró a taparle la boca. Le encantó aunque haya sido involuntario.

Nando se tropezó y comenzó a caer por las escaleras de piedra, y al toparse con Leo creyendo que era otro de esos cuerpos —¿cadáveres?—, en un descuido le dio un puñetazo que lo envió al suelo. El moreno se acarició la mandíbula adolorida, gruñendo mientras miraba con odio a su hermano.

—¡Papá! — de pronto Diego corrió hacia uno de esos capullos, en donde sorpresivamente estaba el cuerpo de su padre, comenzó a llorar desconsoladamente al poco tiempo.

Leo llegó a su lado y lo calló con un débil «shh», pidiendo silencio ya que no quería que los Chaneques despertaran. — Diego, no puedes hacer nada. Es un hechizo, concéntrate. — al notar que seguía mirando a su padre inconsciente, lo tomó del mentón e hizo que lo mirara. — Vamos a regresar la estatuilla y tu papá será liberado, ¿sí?

—Sí. — secó sus lágrimas como pudo. — Volveré por ti, papá.

—Vamos, Diego. — lo tomó de los hombros mientras lo hacía avanzar, sintiendo su corazón encogerse por su inocencia.

—Ahorita venimos, señor. ¡No se me mueva, eh! — lo volteó a ver ligeramente molesta por tal mal chiste.

Unos minutos después encontraron la sala final. Donde podían terminar con aquello de una vez por todas.

✓ ALL OF THE GIRLS, leo san juan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora