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Dos semanas y dos días pasaron desde el último encuentro con la dueña de su corazón

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Dos semanas y dos días pasaron desde el último encuentro con la dueña de su corazón.

Son miraba atentamente los nombres y números exhibidos en la página universitaria. Tras encontrar el suyo en la lista hizo para atrás la silla y celebró en voz alta la excelente noticia. De inmediato entonces cerró la computadora portátil y corrió a bañarse, cambiarse y perfumarse. Estaba con muchísimas ansias de volver a ver a su amorcito para cubrirla de besos de pies a cabeza.

—¡Soobin, voy a salir! —dijo sacando una canasta dulce del refrigerador. La había llenado con turrones, barritas de chocolate, chocolate blanco, chocolate con maní y la paletita roja con la promesa escrita en la envoltura, dos días atrás y adornado con cintas rojas finitas.

—¡Buena suerte! —contestó su amigo desde su cuarto.

No perdió más tiempo y salió a buscar a su chica de ojos nuez dorado.

Condujo a baja velocidad la moto para no estropear el regalo e hizo una parada en una florería para comprar un ramo de rosas rojas que protegió del sol para que no se secaran.

En menos de diez minutos se halló estacionada sobre la acera de la casa de estilo hobbit con la que tanto había soñado. Se quitó el casco y contenta bajó del vehículo de dos ruedas. Cada mano agarró algo, una la canasta y la otra el ramo.

No había ensayado nada, todo lo que necesitaba era agradecerle a Mina por existir y gritarle que la amaba con todo su ser, que fuera su novia a partir de ahora y su esposa dentro de poco.

La melodía del timbre sonó a través de la puerta, cosa que aumentó más las ansias de que la dichosa puerta fuera abierta para que pudiera mimar a su hada.

El pomo fue girado desde adentro y la sonrisa de la joven se hizo más grande.

—¡Buenos días, mi prince... —Se quedó con la palabra en la boca al ver que la mujer delante suyo no era Mina, los deciveles de emoción bajaron de golpe—...sa.

—¿Hola?

—Hola, qué tal —Saludó impaciente a la amiga de su hadita. No quería ser maleducada pero es que sus brazos ya dolían por no estar abrazando a su pretendida—. Busco a Mina, ¿puedes llamarla por favor?

La contraria no dijo nada, aunque su silencio y mirada de pena expresaran todo fueron completamente ignorados por la más joven. En ese momento no le importaba otra cosa que no fuera estar con su amada.

—Eh... ¿Puede avisarle a...

—Te escuché.

—Ah, qué bien —Trató de controlar sus latidos. La respuesta cortante de Irene la obligó a esperar.

—Mina no está.

—¿No está? ¿Aún no vuelve de trabajar? Bueno, entonces voy a esperarla adentro si no es molestia, quiero darle una sorpresa.

Caries (Michaeng) |Mini Story| ฅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora