Enviados del Invierno IV, final.

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 Sus ojos se abrieron poco a poco. Sentía su cabeza recargada en algo cálido; este algo subía y bajaba al compás se una respiración, no obstante, se mantenía cuidadoso al solo dejarla descansar allí. Nunca la aprisionó, ni le quitó el espacio para respirar. En el propio aliento de Cynthia yacía un vaho tenue que apenas se empezaba a volver más visible, la nubecita de suspiros haciendo que su almohadilla sacara, en sí misma, un suspiro.

—Menos mal... Estás despierta.

—¿Lucina? —ella reconoció la voz. Poco a poco, esa silueta de azul se iba solidificando en su mirada.

Contrastada por un fondo difícil de identificar, una sonrisa triste resplandecía entre los pálidos y maltratados labios de la princesa. Antes de que pudiera Cynthia tratara de procesar con el seguir tan apresurado de su mente, Lucina interrumpe:

—Te caíste de tu pegaso. Este trató de montarte encima suyo una vez perdiste la consciencia —narró, suave—. Dejamos que te cargase en lo que la batalla continuaba, sin embargo, de últimas parecía mejor opción dejarte reposar una vez que pudimos detenernos. Ella está bien.

Cuando oyó esas palabras referentes a su montura, Cynthia se apanicó menos al momento de sentarse y tener la mirada zangoloteando a cada sitio, desorientada. Una vez que sus manos tocaron con firmeza el suelo, se dio cuenta que su almohadilla fueron las piernas de Lucina, quien siempre cuidaba de ella cuando estaba a últimas. El enterarse mandó su corazón a una caja donde éste solo se estrujó más y más.

—Lo siento por todo, Lucina.

—No, yo lo siento.

Sin proferir razones ninguna de las dos, quien se mantuvo cabizbaja fue la realeza Ylissense, mientras Cynthia empezaba a ganar más energía. Admiró por allá y por allí, dando razón al fondo tan miserable... habían, incluso, algunos aldeanos caídos por doquier.

—No... ¿Por qué?

—Era de esperarse que vengan a socorrer. Son los bordes de su pueblo... es su causa.

—Es tan triste.

La caballero pegaso siguió girando. No le rehuía a nada, tampoco era por esta imagen que ahora tenía quemada en la cabeza —cada charco de sangre presente cuando pestañeaba, cada sombra tornándose en un degollado cuando se quedaba mirando por suficiente tiempo— que la hiciera querer esquivar todo, pues estar acostumbrados a ese nivel de pérdida les era casi normal. "Todo está bien una vez que llega Lucina a pelear" tal vez era el lema que recorría cada sitio, sin embargo, el bien de esta época y de unos años atrás era bastante distinto.

—¿El festival...?

La sonrisa desdibujada de la oyente se torna aún más seria, eso hasta que, finalmente, solo es una singular línea. Esa que Lucina tomaba cuando debía hacerse fuerte por otros. Esa que, incluso en estas alturas, Cynthia tarda en reconocer de la típica mueca.

—Lo siento —repitió—, sé que no tenías nada más que buenas intenciones.

La extrema suavidad con la que era envuelta en las disculpas hacía doler aún más al corazón de la caballero pegaso. El impulso nació desde sus dedos... ella no era tan incapaz, mamá. Ella, se supone, defendería este símbolo de paz hasta el amargo final. ¿Entonces, por qué...? Pensó mientras se levantaba con estos, arrastrando sus mareados pasos. No habría que subestimar la caída desde una montura alada, menos aún si fue directo a contra de un objetivo; igual y era un milagro que aún había Cynthia para el resto. Una tragedia que teñiría aún más de rojo este gris velorio.

El azul noche ya había logrado oscurecer, alejando un poco de sus memorias cómo había sido todo antes de la oscuridad. ¿Dónde quedaba el sonido del agitar de las campanas? ¿O los cánticos arrastrados que, pues nadie se sabía, solo completaron humorísticamente con "tralalás"? El dezmar del silencio ante su propia mente había golpeado más de lo que ha hecho en estos últimos años. Sobrevivir era un modo automático, después de todo, y pese a solo poderse permitir algunos suspiros tristes tras cada calamidad solo para volver a jurar justicia frente a las inexistentes tumbas de quienes amó, era bastante hábil siguiendo adelante. Todos debían serlo. Actuar como si esto no fuera un reto suficiente ante las alas de la causa era, por lo común, el mejor remedio...

FIRE EMBLEM AWAKENING: FUTURE REQUIEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora