Capítulo 5

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La Divina de Las Aguas

Me toma del brazo suavemente y me guía. Entra a la casa y veo a una chica pelirroja al lado de una cama, en la que está descansando una mujer mayor.

—¡Conny!—La niña corre hacia el guerrero y abraza su cadera.

¿Conny?

Intento no reírme del pobre Conny.

La pequeña colorada dirige su vista hacia mí, hace una referencia y me sonríe. Puedo notar como hace un esfuerzo para no tirarse encima de mí.

—Usted debe ser la princesa Alanna. Es un honor recibirla en mi casa. Eh... Discúlpeme el desorden, yo...

—No te preocupes, hermosa.

Le digo sonriendo y sus ojos se encienden, brillando aún más.

—Enid, deja a la princesa, caramba—Habla la señora—Lo siento. Es una señorita algo ansiosa, ya sabe como se ponen las niñas de su edad...

Sonríe.

—Lamento atenderla en este estado, princesa.

—Tranquila, Sra. López. No pasa nada.

Miro a Connor y él se apresura a decir:

—Solo vine a despedirme. Les dejé a Monty afuera, por favor cuídenlo. Seguro lo necesitaremos cuando volvamos.

Connor se acerca a ellas y les da un beso a cada una.

—Espero verlas pronto. Yo...

—Las extrañará—Termino por él. Siento que está medio perdido, no sé. Me mira y después vuelve a verlas a ellas.

—Si... Nos vemos. Las amo, cuídense.

Me toma del brazo nuevamente y salimos de su casa. Me suelta y toma los bolsos que el caballo cargaba.

—Puedo hablar yo solo, no necesito tu ayuda.

—¿Qué?

¿Acaso me está...?

—No lo hice de mala manera.

Se da vuelta y me mira fijamente. Luego suspira y agarra más bolsos. Parece que se arrepiente de decir eso.

—Lo sé, lo siento. Fue estúpido e impulsivo... Ven, vamos al puerto.

Caminamos y nos acercamos a los barcos. Connor saca algo de su bolso para pagarles a los marineros. Uno de ellos se ofrece para llevarnos y le digo que sí. Después de todo, yo no sé manejar un barco, y no tengo idea si mi acompañante sabe algo de eso.

—¿Cómo te llamas?—Le pregunto al joven que nos acompaña.

—Kenneth, princesa. ¿Y usted?

Hago esfuerzos por no mirarlo con incredulidad.

—Alanna. Él es Connor—Señalo al mencionado y comienzo a susurrarle—Es guerrero, y no es amable. Dicen algunos que una vez mató a un joven con un hacha que le había prestado un compañero de trabajo. Casi nadie habla de eso ahora, pero antes las mujeres se susurraban que abrió el cuerpo y dejó sólo el corazón tirado en el bosque.

Kenneth deja la boca entreabierta, pasmado. Comienzo a reírme casi de inmediato.

—Es broma, claro que no hizo eso...—Me hago la que duda por unos segundos—Bueno, eso espero. Es fuerte, ¿verdad?

El pobre niño asiente y traga saliva.

—S-si, princesa.

Le sonrío. Acabo de traumar a un niño inocente.

—Ya podemos irnos.

Connor aparece y su presencia hace que Kenneth se aleje de él y se siente a mi lado, abrazándome mientras mira con temor al guerrero. Mi acompañante frunce el ceño, confundido, y yo solo puedo reírme de la situación.

* * *

Ya nos alejamos lo suficiente de la orilla. Lo único que se puede ver para los costados es agua.

Podría decir que el marinero se calmó un poco, pero es todo lo contrario. No logra separarse de mi y eso me está hartando un poco. 

—Kenneth, ¿te sientes bien?—El joven no contesta. Connor me mira a mí y me pregunta:—¿Te parece si volvemos? Podemos continuar sin él, y no parece en condiciones de viajar unos días para después volver solo.

Empiezo a asentir con la cabeza. Kenneth me mira medio triste, como si hubiera esperado que me negara. Lágrimas aparecen en sus ojos y me arrepiento de haber dicho que no. Casi en seguida el barco se empieza a mover de una manera extraña.

—¿Connor?—Digo con el miedo hasta mi garganta. El guerrero se levanta pero solo me dice:

—Tranquila, no pasa...

—Yo iré a ver, princesa.

—¿Qué? ¡Claro que no!

Pero el niño ya se había alejado de mí. Se acerca a los costados del barco y se agacha, sumerge la cabeza en el agua y después mete la mano.

—¡Kenneth!

Me hace un gesto con su mano libre advirtiéndome de que todo va bien. Sin embargo, cuando intenta salir, una fuerza lo retiene. Connor se acerca a ayudar. Lo empuja, hace todo lo que está en sus manos para sacarlo, pero es entonces cuando aquella fuerza lo suelta, que el cuerpo sin vida del niño queda acostado en el barco descansando.

—Está muerto, Alanna...

El guerrero deja la boca cerrada, apretando los labios con fuerza.

—¿No hay nada que podamos hacer?—La voz me tiembla.

Miro al agua que se sacude por pequeños movimientos. Con la luz se alcanza a ver una cabeza acercarse. Su mirada me recorre el cuerpo entero hasta fijarse en el color de mis ojos, su mirada me atraviesa el alma y me analiza de una manera sobrenatural, pero pronto logro darme cuenta de que la criatura no es capaz de darme miedo, y que parece tan solo una niña con temor a salir herida.

Cuando bajo las defensas, la niña parece cambiar de forma. Una mujer joven se impulsa para llegar al barco y la esbelta figura de una preciosa señorita aparece frente a mí. Tiene una linda tiara en la cima de su cabeza que está perfectamente enredada con sus cabellos rubios.

Su vestido sencillo de color blanco se pega a su cuerpo como si fuera parte de él. Parece una princesa, una que lleva el significado de divinidad en todo su ser.

—Tú mataste a Kenneth—Comienzo a acusarla. Ella parece confundida y se apresura a aclarar.

—No, claro que no, yo solo vengo a...

Salto encima de ella, tirándonos al agua. Hago mi mano un puño y la golpeo varias veces en la cara, hasta que logro cansarla. El movimiento que hace con la mano me advierte de algo, pero no logro verlo. Y entonces una espada brillante aparece y con tan solo un roce me abre el lado derecho del estómago. Pierdo sangre. Veo a los costados. Todo es rojo. Logro mirar a la rubia por última vez, sus ojos preocupados observan a su alrededor. Ella escapa, y una cola aparece, sustituyendo a sus dos piernas.

Y antes de cerrar los ojos, noto las partículas brillantes y mágicas que suelta mientras se aleja nadando.

La realeza en un mundo de fantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora