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-iHyung! ¡No encuentro mis zapatos! ¿Usted sabe dónde están?-exclamó desde su habitación el menor, haciendo un desastre mientras las buscaba.
Iban a salir juntos al centro comercial, al cine, por lo que el pequeño quería verse bien lindo para su mayor. Estaba vestido con unos shorts de charol que tenían una cremallera en el medio, una camiseta de mangas largas blanca por debajo de lo anteriormente nombrado, y unas medias blancas. Su cabello alborotado, también llevando un poco de humectante sobre su piel.
Estaba algo nervioso, pues verían «lt: chapter two» Y las películas de terror eran sus enemigas.
-Ya está! ¡Los encontré!-sonrió, colocándoselos.
Pero le extrañó no haber escuchado alguna respuesta por parte del alfa antes, así que salió de su habitación ya listo.
-¿Sunghoon hyung?-lo llamó, viendo si aparecía por el pasillo.
Hasta que oyó un ruido desde el baño, frunciendo el ceño y acercándose lentamente.
Cuanto más cerca caminaba, lograba escuchar una especie de maldiciones y gruñidos que lo dejaron desconcertado un poco, y se olía cada vez más intenso el aroma a cedro del mayor, ya llegando a la puerta.
-O-Oh... Mierda, Sunoo... Joder.-la voz de Sunghoon estaba mucho más grave y ronca.
Su cuerpo tembló por completo, casi cayéndose de no haber sido por una mesita, de la cual se sostuvo.
Su respiración comenzó a agitarse, y su omega prácticamente le rogaba que dejara de ser tan cobarde y entrara a ayudarlo. Pero no lo hizo, y salió corriendo a encerrarse directamente a su dormitorio.
Sin embargo, sus oídos seguían escuchando aquellos gemidos y gruñidos, y no le permitían concentrarse en cualquier otra cosa.
-B-Basta... N-No-susurró agitado, cerrando sus ojos.
Se sentó en el suelo, abrazándose a sí mismo. Sus piernas estabantensas, apretadas entre sí.
-N-No ahora... No, por favor-lloriqueó bajito, sintiendo un líquido deslizarse por su agujero.
Su espalda se arqueó hacia adelante, su entrada se contrajo y soltó un pequeño y agudo gemido.
Gateó como pudo hasta su tocador, sacando de una cajita sus inhibidores, ingiriendo uno y tomando agua de una botella que siempre tenía en la habitación. No obstante, el lubricante natural seguia y seguía chorreando más.
Tenía miedo de que el celo se le adelantara, y más hoy, que acordaron en salir.
Tomó una toallita húmeda del cajón y limpió el lubricante de sus muslos y entrada, pero este no paraba de salir nunca.
