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El rubio terminó de enjuagar su cabello en el baño y pasó a enjabonar su tersa piel.
Hoy era el día en que iba a recibir su primer beso con la persona que lo hacía delirar enamorado a cada minuto.
Y eso lo ponía sumamente nervioso por dos razones: la primera, porque no quería hacerlo tan mal y que el alfa termine abandonándolo, puesto que era una experiencia totalmente nueva; y la segunda, porque a partir de ese reto, los desafíos siguientes eran mucho más comprometedores que los anteriores.
—Tú puedes, Sunoo. Besaste la almohada tantas veces imaginando que era él y ahora pasará en serio, así que no te quejes—musitó para su persona, hundiéndose en el agua con una sonrisa entre sus labios—. ¡Pero por todas las lunas, al fin podremos besarnos! —pataleó emocionado, salpicando agua hacia fuera del jacuzzi.
Abrazó sus piernas, sus belfos besando su rodilla derecha como si en realidad fuera los labios del alfa.
—Ya, debo calmarme un poco —respiró hondo—. ¿Qué hora será?
Iban a tener una formal cena en la gran y lujosa terraza del apartamento, por lo que debía arreglarse perfectamente. Ya estaba ansioso por comenzar a prepararse, ¡había comprado un vestido súper lindo!
A Kim le encantaba todo eso. Era fanático de las faldas, vestidos, y ropa que normalmente —y, en mi opinión, incorrectamente— se cataloga como ropa de mujer o femenina. Tenía cinco años cuando comenzó a tener preferencia por aquellas cosas y desde entonces, se esmeraba mucho en vestirse y verse bien.
Y su madre amaba aquello. Amaba que su hijo tuviera esa clase de gustos hacia tales prendas y mucho más su forma de ser, porque de todas maneras, amaba a su hijo. Era su joya más preciada, su tierna y preciosa criatura. Y tampoco podía negar que se le veían hermosas las faldas, de hecho, siempre lo halagaba, diciéndole lo precioso y fantástico que se veía en cada ocasión.
Al salir de la bañera, vaciándola de paso, secó su cuerpo con la toalla, para luego colocarse la suave bata.
Apenas salió del baño, el mayor salía de su habitación ya arreglado. Ambos se miraron sin discreción alguna.
Sunghoon estaba vestido completamente de negro, exceptuando por su camisa. Su saco, pantalones y zapatos del color mencionado. Tenía tres botones desabrochados, dejando ver una parte de su pecho, y su —algo ondulado y levemente largo— negro cabello se encontraba bien acomodado.
—¿Cómo me veo, bebé? —preguntó, colocando sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Se ve muy b-bien, hyung —respondió tímido, con la mirada gacha.
El alfa sonrió satisfecho y arqueó una ceja.
—Iré a terminar con unos detalles de afuera, mientras tanto cámbiate, precioso —aprovechó que el omega alzó la mirada para guiñarle un ojo con coquetería.
