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Ya había pasado el mes rápidamente, Sunoo y Sunghoon estaban volviendo a la casa del menor, en el lujoso coche del primero.
Desde que había comenzado su celo en el «día 10» de los retos, no había un solo día que no tengan relaciones sexuales. Literalmente parecían conejos.
No existía lugar donde no lo hayan hecho: la cama, el baño, la cocina, la piscina en la terraza, el sofá, contra la pared, el suelo; y no necesariamente estando el celo de alguno de los dos presente. Siempre se cuidaban para evitar un embarazo no deseado. Y yendo al tema de la confesión que le harían a sus padres, hoy era el día.
Esa misma noche volverían de Osaka, y ellos estaban ya llegando a la casa, siendo las cuatro de la tarde. Habían charlado y llegaron a la conclusión de que, acepten o no sus padres la relación, claramente el rubio tendría que vivir con ellos hasta su mayoría de edad, para lo cual faltaban unos dos años.
En fin, volviendo al inicio, la pareja ya había estacionado en el frente de la hermosa casa del omega, suspirando con nervios ante lo que se venía. Bajaron la maleta y se dirigieron a la puerta, sacando las llaves y abriendo, para luego pasar.
—Ah... Ya extrañaba este lugar—sonrió, mirando cómo se encontraba la sala principal de su hogar.
—Lo dices como si no te hubiera gustado estar este mes conmigo—rió el mayor, terminando de cerrar la puerta con llave y dejando la maleta por allí.
—Claro que no, Hyung, ya lo sabes—murmuró, sintiendo unos brazos enroscándose en su cintura y la cabeza del nombrado en su hombro—. Aún falta para que lleguen mis padres, ¿quieres salir a algún lado?
—¿Si mejor me muestras tu habitación, bebé?—susurró en su oído, luego besando el lóbulo de este.
—Bien, está en el segundo piso, vamos—tomó la mano del más pálido y subieron las escaleras.
En donde Sun estaba algo emocionado, y subía en saltitos, por lo que se le elevaba la falda negra que llevaba puesta y dejaba toda una vista espectacular a Sunghoon, quien estaba detrás.
Y... Es aquí—señaló con una sonrisa, abriendo la puerta de madera. Ambos entraron, y mientras Sunoo se fijaba que todo esté correctamente en su lugar, Park miraba con atención cada detalle del cuarto. Sus paredes eran lilas, al igual que las mantas de la cama y sus almohadones, los muebles eran blancos. Había una televisión frente a la cama, un escritorio con una laptop, entre otras cosas. Se fijó concretamente en unas fotos que estaban colgadas.
—¿Este es tu grupo de amigos?—dudó el mayor, tomando entre sus dedos la foto.
En ella estaba, obviamente, el menor sonriendo, mientras abrazaba a sus cuatro amigos, quienes igual sonreían con felicidad.
