Capítulo XIV - El vestido

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Los preparativos para el baile sorpresa por el cumpleaños de Horacio estaban casi completamente hechos.

—Ya hemos invitado a sus padres y obviamente a tu familia, Nieves —susurró Esther mirando hacia todas partes como si alguien pudiese encontrarla.

Se encontraban en la biblioteca de la mansión. Nieves estaba sumergida en un libro de romance del que se había encaprichado. Uno de los personajes masculinos le recordaba a Luis y eso le hacia sentir algo de nostalgia. Se preguntó por un momento como estarían él y su familia ahora que llevaba tanto tiempo sin verlos.

—¡Nieves! —casi gritó Esther para llamar la atención.

Ella alzó la vista.

—¿Sí?

—Es aburrido cuando Horacio no está, cierto.

Nieves se alzó de hombros y volvió la vista al libro.

—Deberíamos buscar que nos pondremos para el baile.

—Tengo que ponerme.

—¿No prefieres un vestido nuevo? Hay una boutique hermosa en el centro.

Nieves cerró el libro con suavidad, dejando que las palabras del romance quedaran suspendidas en el aire. La idea de un vestido nuevo la tentaba, pero su mente aún estaba nublada por las complicaciones que rodeaban a Horacio y Esther. Sin embargo, decidió aceptar la sugerencia, pensando que quizás una distracción le vendría bien.

—Está bien, vayamos a la boutique —accedió Nieves, dejando el libro sobre la mesa.

Esther sonrió con entusiasmo y ambas salieron de la biblioteca, dirigiéndose hacia el centro de la ciudad. La boutique estaba llena de vestidos elegantes y accesorios brillantes. Esther disfrutaba cada momento, tomando diferentes vestidos y sosteniéndolos frente a Nieves, imaginando cómo lucirían.

—Este sería perfecto para ti, ¿no crees? —dijo Esther sosteniendo un vestido azul zafiro.

Nieves asintió, pero su mente seguía divagando entre las sombras de la incertidumbre. Mientras Esther continuaba buscando, Nieves se encontró frente a un vestido blanco, adornado con detalles plateados.

—Este es hermoso —murmuró Nieves para sí misma.

Esther se acercó y asintió con aprobación.

—Definitivamente, te quedará increíble.

Nieves decidió probarse aquel vestido, dejándose llevar por la ilusión del momento. Al mirarse en el espejo, algo en su reflejo la sorprendió. Se vio a sí misma de una manera diferente, como si aquel vestido blanco pudiera disipar las sombras que la rodeaban.

—Te ves deslumbrante, Nieves. Horacio no podrá apartar la mirada de ti —comentó Esther con sinceridad.

Aunque agradeció el cumplido, Nieves no pudo evitar preguntarse si aquel vestido podría borrar las dudas y los secretos que la atormentaban. La incertidumbre seguía siendo una sombra persistente en su corazón.

—Vamos a llevarlo, entonces —dijo Nieves con una sonrisa forzada.

Ambas chicas salieron de la boutique con el vestido elegido cuidadosamente envuelto en papel.

—Podrías usar el perfume que compraste, el aroma dulce irá perfecto con aquel vestido.

Nieves asintió. Se sentía algo culpable por haber gastado dinero en dos cosas que le parecían completamente innecesarias. Ahora tenía el dinero, los Pardillo se habían encargado de dejarles suficiente antes de irse ‹‹No quiero que me nuera parezca una pobretona frente a la tía Isabel›› le había dicho Gregoria antes de partir. No estaba consciente de si Horacio había gastado algo del dinero también, ya que tía Isabel había sido bastante hospitalaria desde que habían llegado.

Regresaron al mediodía a la mansión. Esther se despidió de Nieves pues tenía que iniciar sus clases de piano. Nieves se dirigió nuevamente a la biblioteca con la esperanza de poder culminar el libro. Caminó por el pasillo y al abrir las puertas se encontró con Horacio sentado en el escritorio mientras escribía algo en un papel. Estaba a punto de salir de la habitación en cuanto él alzó la vista y le sonrió.

—Hola —dijo.

—Hola —respondió Nieves con una sonrisa tímida.

Horacio se puso de pie y se acercó a ella, dejando el papel a un lado.

—Supe que saliste de compras ¿Fue por el baile de mi cumpleaños? Tranquila, Esther no es buena guardando secretos.

Nieves abrió los ojos con sorpresa, sintiendo la necesidad de explicarse.

—Esther sugirió que sería buena idea tener algo nuevo para la ocasión.

Horacio la miró con interés, como si tratara de descifrar algo en su expresión.

—Ella tiene ese efecto en las personas. Siempre sugiere cosas emocionantes.

Nieves sintió un nudo en el estómago al mencionar a Esther, pero decidió no profundizar en el tema.

—¿Y tú? ¿Cómo ha sido tu día?

Horacio se encogió de hombros con una sonrisa.

—He estado ocupado revisando algunos documentos de los negocios de tía Isabel. Desde que su marido falleció ha tenido un desbalance en sus finanzas. Supongo que le es difícil, aunque ella es realmente buena en esto.

—¿Sabes de finanzas?

Él asintió.

—Mi padre es empresario, por si no lo recuerdas.

—Cierto, el señor Jorge, lo había olvidado por completo —susurró avergonzada.

—Tranquila, no son pensamientos recurrentes en la mente de todo el mundo. Pero bueno, viendo que ya estas aquí, tengo que decirte que quizá debamos quedarnos un tiempo más en la mansión. Tía Isabel realmente necesita mi ayuda en sus negocios. Al parecer los grandes comerciantes no confían mucho en hacer tratos con una mujer.

Nieves asintió, aunque una pequeña preocupación se sembró en su mente. La idea de quedarse más tiempo en la mansión de tía Isabel no estaba dentro de sus planes, y la sombra de Esther añadía una capa adicional de complejidad a la situación.

—Entiendo que quieras ayudar a tía Isabel en sus negocios, pero también hay responsabilidades en casa. Además, ¿cómo te sientes al respecto?

Horacio suspiró y se pasó la mano por el cabello.

—Lo sé, Nieves. Pero siento que debo hacerlo. Tía Isabel confía en mí. Además, podría ser beneficioso para nosotros también. Podríamos aprender mucho y tal vez iniciar nuestros propios negocios en el futuro.

Nieves asintió nuevamente, aunque la sensación de inquietud persistía en su interior. Mientras Horacio hablaba de futuros negocios, ella no podía dejar de preguntarse sobre el impacto que esto tendría en su relación y en la conexión que sentía entre él y Esther.

—Supongo que tendremos que conversarlo más detenidamente —dijo Nieves con cautela.

Horacio le dedicó una mirada apreciativa.

—Bueno, entonces me voy.

—Espera, Nieves —la tomó de la muñeca.

Nieves se soltó por impulso y se alejó de él dando un paso hacia atrás. Esto hirió a Horacio, a quien la expresión le cambio y Nieves pudo notarlo.

—No fue mi intención —se disculpó Nieves, notando la expresión herida en el rostro de su esposo.

Horacio intentó recuperar su compostura y forzó una sonrisa.

—No te preocupes, entiendo. Debo ocuparme de algunas cosas antes. Nos vemos más tarde.

Nieves asintió y observó cómo Horacio abandonaba la biblioteca. La tensión en el aire persistía, y la sensación de que algo estaba cambiando se afianzaba en el corazón de Nieves.

Ilumíname con tu luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora