Panamá, La Chorrera, julio de 1909
Nieves bañaba Rito a plena luz del día, tomó la jarra de hierro que acostumbraban a usar para bañarlo, la llenó de agua y se la derramó en cabeza. El pequeño dio un saltito mientras cerraba los ojos y chillaba de emoción.
—¡Vaya, estas disfrutando el baño! —dijo con una sonrisa en el rostro.
Rito asintió feliz.
—¡Me guta mucho!
—Eso es extraño ¿te sientes mal?
—No ¡Mucho talor!
—Mucho calor, eh —rió —Quizá deberíamos ir a la quebrada más tarde, ¿te gustaría? —preguntó Nieves, secando el pelo de Rito con una toalla.
—¡Sí! ¡Quielo ir! —respondió Rito con entusiasmo, saltando de alegría.
Nieves sonrió, contenta de ver a su hermanito tan animado. Mientras terminaba de secarlo y vestirlo, pensaba en lo mucho que había cambiado su vida en el último año. Desde su matrimonio con Horacio, las cosas habían tomado un rumbo diferente.
Justo en ese momento, Gregoria apareció en la puerta, secándose las manos en el delantal.
—Nieves, hay una carta para ti —dijo, extendiéndole un sobre—. La trajo el cartero esta mañana.
Nieves tomó la carta, intrigada. Al abrirla, reconoció de inmediato la letra de Esther. Se disponía a leerla en cuanto su atención fue obstruida por la voz de su esposo. Entró a la casa con Rito en brazos, ya dentro se encontró con Horacio.
—¡Hace un calor del demonio! —se quejó él mientras se quitaba la camisa.
Desvió la mirada al verlo, aún no se acostumbraba al hecho de observar su piel desnuda, aunque fuera poco lo que había visto. A pesar de los meses de matrimonio ambos eran conscientes de que aún no se habían encamado, y Horacio estaba tranquilo con eso, es más, ni siquiera era algo que pasara por su mente. Nieves en cambio, desde que había tenido aquella conversación con Luis el día de la fiesta, no dejaba de pensar en como ella y su marido podrían tener hijos.
—¡¿Quieres ponerte la ropa?! —gritó.
Horacio se cubrió el pecho con los brazos, apenado y con la cara roja.
—Lo siento, pensé que estabas en casa de tu madre.
Gregoria, que estaba como siempre pendiente del matrimonio de su hijo menor, observó la escena con una sonrisa en el rostro.
—Bueno, bueno ¿Cuál es la vergüenza? ¿Cómo piensan darme nietos si se comportan así?
—Ya basta, madre —susurró Horacio tomando asiento de una silla mientras se aireaba con la camisa.
Nieves puso a Rito en el suelo y se pasó el antebrazo por la frente para retirar el exceso de sudor. El día estaba completamente caluroso, y aunque llevaba uno de sus trajes más frescos, el calor era insoportable.
Observó la carta que tenía en sus manos, luego sus ojos se dirigieron hacia su esposo quien estaba bañado en sudor. El cabello, que ahora tenía más largo, le caía en la frente. Se veía más oscuro debido a la humedad. Nieves sintió su corazón dar un vuelco al verlo, pero también una punzada de inquietud. La conversación con Luis y las palabras de Gregoria habían removido algo dentro de ella, una mezcla de deseos y temores que no podía ignorar.
Esta vez, era Horacio quien la miraba. Con el cabello recogido en un moño, jugueteaba con una carta en sus manos. Curioso, le llamó.
—¿De quién es? —señaló con el dedo.
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Ilumíname con tu luz
Historical FictionDos almas se ven entrelazadas en un matrimonio forjado por la tradición y el destino. Nieves Moreno, una joven con el corazón lleno de sueños y el anhelo de un amor verdadero, ve sus esperanzas hechas añicos cuando su madre revela un plan que cambia...