El Motivo

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Olivia:

—¡¿Quién eres?!—fue lo primero que pregunté y lo que hice a continuación fue buscar cualquier cosa que me ayudara a protegerme.

Lo único que encontré fueron mis zapatos y comencé a lanzarlos en su dirección.

—¡¿Quién eres tú?!—preguntó el desconocido mientras los esquivaba. Me quedé sin zapatos, así que seguí con las almohadas—. Detente—esquivó la primera—. ¡Para!

Lancé dos a la vez y le llegó una en la cabeza.

—¿Qué demonios haces aquí? —dije mientras miraba alrededor para asegurarme de que todo estuviera en orden, que no lo estaba—. ¿Y quién eres y por qué estabas durmiendo conmigo?

—¡No lo sé!—respondió él y cuando yo fruncí el ceño, se aclaró—. Es decir, sí que sé quién soy, lo que no sé es quién diablos eres tú, por qué estaba durmiendo contigo, ni dónde estoy... Sólo sé que anoche bebí demasiado.

—Estamos en mi piso—respondí y me llevé una mano a la cabeza para apartarme algunos mechones de pelo del rostro. Quería matarme—. Y creo que yo también bebí más de lo que podía soportar.

—¿En Madrid?—preguntó y cuando asentí, soltó un suspiro de alivio—. Soy Axel, por cierto—me extendió la mano.

—Olivia—dije mientras le echaba una mirada. No tenía pinta de ser un asesino en serie.

Era guapísimo, eso sí y casi no pude apartar mis ojos de su torso desnudo, de su abdomen y...

¡Oh por Dios! ¡Sus calzoncillos!

Fue entonces cuando me di cuenta de que él también me estaba mirando y de que yo...

¡Dios mío!

Tomé las sábanas completamente revueltas de la cama y me cubrí con ellas. Sentía todo mi cuerpo arder por la vergüenza, sobre todos mis mejillas, que en ese momento debían de parecer dos bolas rojas en el centro de mi cara.

—Tú...—comenzó Axel y ambos nos miramos con pánico—. ¿Recuerdas si lo hicimos?

Cerró los ojos con fuerza y soltó una maldición después de que negué con la cabeza.

—¿Tomas anticonceptivas?

Su pregunta desató el pánico en mí y ambos prácticamente nos lanzamos a la cama y comenzamos a buscar. Lancé con desesperación el resto de las almohadas que quedaban e incluso me quité la sábana de encima para revisar. Axel se bajó y comenzó a buscar por el suelo y por toda la habitación.

No. No. No.

Esto no podía estar pasando.

Por favor.

—No hay condón—soltó y se puso de pie para buscar entre sus pantalones.

Me llevé las manos a la cabeza.

Una estúpida, era una estúpida.

Con cagarla me refería a perder mi bolsa, o no contestarles a papá y mamá cuando me llamaran, tomar un año sabático, equivocarme de carrera, quizás reprobar una clase.

¡No a tener al bebé de un desconocido!

Y ni siquiera me acordaba. Era mi primera vez y no sabía si había utilizado protección o no, ni tampoco si me había gustado o no.

—¿Estás llorando?—preguntó Axel.

—Yo...—me sequé las lágrimas con el dorso de la mano—. No.

—Hey, no llores—dijo él y sin saber muy bien qué hacer se sentó a mi lado en la cama y me dio unas palmaditas en la espalda—. No llores por favor, te juro que no tengo idea de qué hacer cuando una chica llora.

IT'S JUST A LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora