Capítulo 4

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Tras el tormentoso día que marcó un quiebre en la relación entre Kang Haerin, Nishimura Riki y Danielle Marsh, las dinámicas parecían cambiar, aunque no de la manera que uno esperaría. Riki, el arrogante chico cuyo orgullo había sido desafiado, comenzó a acercarse más a Haerin. Era como si el temor de perder lo que creía seguro lo hubiera motivado a actuar de manera más atenta, aunque la sombra de sus anteriores acciones permaneciera presente.

Cada vez que salían de la escuela para hacer algo juntos, una nueva dinámica se establecía. Nishimura Riki, en un intento de reafirmar su control, siempre era el primero en retirarse, dejando a Haerin y Danielle a solas. Danielle, como si fuera su deber encubierto, se convertía en la conductora que llevaba a Haerin a casa.

El camino de regreso, que solía ser un espacio de risas y complicidad entre las amigas, se volvía cada vez más silencioso. Mientras Danielle manejaba con determinación, Haerin, con la mirada fija en su teléfono, esperaba ansiosa un mensaje del chico que una vez creyó que era su novio.

Danielle, observadora y consciente de la decepción que Haerin continuaba enfrentando, lidiaba con sus propios sentimientos encontrados. Aunque no podía evitar sentir molestia por la presencia constante de Riki en sus vidas, también quería ser el apoyo que Haerin necesitaba en esos momentos difíciles.

El silencio del trayecto se llenaba con la tensión no expresada y la desilusión palpable. Danielle se preguntaba si alguna vez Haerin vería más allá de las promesas vacías y las acciones egoístas de Riki. Mientras tanto, la castaña continuaba esperando ese mensaje, aferrándose a la esperanza de que las cosas podrían cambiar, de que Riki podría redimirse de alguna manera.

La narrativa de sus vidas se tejía entre las líneas de la complicidad rota, las promesas incumplidas y las expectativas decepcionadas. En cada viaje de regreso a casa, Danielle se convertía en el soporte silencioso de Haerin, un testigo de las heridas emocionales que no cicatrizaban fácilmente.

La tarde caía con un cielo teñido de tonos cálidos, mientras Danielle manejaba con destreza la moto de su padre de regreso a casa. El viento acariciaba su rostro, pero la atmósfera estaba cargada de la frustración que Kang Haerin no podía contener.

—¡No puedo creerlo, Danielle! ¡Ni siquiera me ha enviado un mensaje en todo el día! —exclamó Haerin, dejando escapar un suspiro frustrado.

Danielle, con su mirada fija en el camino, respondió con un tono sereno pero cargado de exasperación: —¿No crees que tal vez es hora de dejar de esperar algo que nunca llega? Riki no parece darse cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, y eso es algo que deberías recordar.

—Pero es que lo amo, Danielle. Aunque siempre me decepcione, no puedo dejar de amarlo —confesó Haerin con una tristeza palpable en su voz.

Danielle suspiró, consciente de la complejidad de las emociones de su amiga. —Haerin, mereces a alguien que te valore y te trate como mereces. No mereces estar siempre decepcionada y triste.

A medida que avanzaban por las calles tranquilas, Danielle sentía la necesidad de proteger a Haerin de la constante desilusión que Riki le infligía. Sabía que las palabras a veces no eran suficientes para cambiar el corazón de alguien, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para mostrarle a Haerin que merecía más.

Llegaron a casa de Danielle, donde pasarían la noche. Al aparcar las bicicletas, Danielle miró a Haerin con determinación y dijo: 

—Hoy vamos a disfrutar de nuestra noche, sin preocuparnos por los chicos que no valoran lo que tienen. Te prometo que lo pasaremos bien.

Haerin asintió, agradecida por tener a Danielle a su lado. Las dos amigas compartieron una mirada significativa que hablaba de una complicidad más allá de las palabras. Juntas, entraron a la casa, dejando atrás las decepciones del día y abrazando la promesa de una noche llena de risas, apoyo mutuo y la fuerza de una amistad que resistía las tormentas emocionales.

𝐁𝐨𝐲𝐟𝐫𝐢𝐞𝐧𝐝 || CandyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora