Capítulo 8

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El aula de estudio se sumía en un silencio concentrado mientras Haerin analizaba cada línea del poema con meticulosidad. La hoja que sostenía entre sus manos era un vínculo delicado entre la intimidad de Danielle y la curiosidad insaciable de Haerin. Sus ojos se movían con agilidad sobre las palabras, atrapando la esencia de los sentimientos expresados con tinta sobre el papel.

Danielle, por su parte, se sumergió en la complejidad de las fórmulas científicas, entregándose a la tarea como una forma de compensar el trato no declarado con Haerin. Cada ecuación escrita era un pacto silencioso, una moneda de cambio por el acceso a los pensamientos más íntimos de la pelinegra.

El aire vibraba con la tensión de expectativas no expresadas. Haerin no podía evitar sentir la intriga y los nervios que se acumulaban en su interior. La cercanía de Danielle, su presencia en la misma habitación, era un recordatorio constante de la conexión entre ambas.

En un momento, Haerin desvió la mirada de la hoja y se encontró observando a Danielle con una intensidad que no había experimentado antes. La concentración de la bajita, el ceño fruncido y las mordidas fugaces a sus labios crearon una imagen de determinación y belleza que cautivó a Haerin de una manera completamente nueva.

—Danielle... —llamó Haerin, dejando escapar su nombre con un susurro tembloroso.

Danielle alzó la mirada, sorprendida por la interrupción. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. El silencio, roto solo por el tenue zumbido de la luz y el murmullo distante de la biblioteca, pesaba como una promesa no dicha.

—¿Qué pasa, Haerin? —preguntó Danielle, notando la inusual expresión en el rostro de la que fue su amiga.

Haerin, luchando contra sus propios pensamientos y emociones, decidió romper la barrera que las separaba. —Danielle, ¿puedo hablar contigo?

Danielle asintió, dejando a un lado sus apuntes de ciencias.

—Claro, ¿sobre qué?

—Sobre nosotras, sobre lo que está sucediendo —confesó Haerin, buscando las palabras correctas.

Una paleta de emociones se reflejó en el rostro de Danielle. La incertidumbre, la curiosidad y, tal vez, una chispa de esperanza parpadeaban en sus ojos oscuros.

El aire en la habitación parecía cargado de emociones latentes mientras Danielle se resistía a escuchar aquellas palabras de rechazo que imaginaba. Sus ojos oscuros reflejaban la ansiedad, la angustia y el miedo a enfrentar la verdad. Haerin, sintiendo la tensión en el ambiente, decidió romper el silencio y hablar sobre lo que ambas evitaban.

—Danielle, necesitamos hablar sobre nosotros, sobre lo que está sucediendo —insistió Haerin, buscando una conexión honesta.

Danielle, con la guardia en alto, negó con la cabeza. —No quiero escucharte decir que no me amas. No puedo soportarlo.

Antes de que Haerin pudiera responder, Danielle sintió que la detenían suavemente. La castaña, frustrada por la negativa de Danielle, decidió cambiar las reglas del juego. Tomándola de la camiseta del uniforme, Haerin atrajo a Danielle hacia ella, cerrando la brecha entre ambas. Sus labios se encontraron en un beso lento, cargado de cariño y calidez.

Danielle, inicialmente sorprendida, se dejó llevar por la intensidad del beso. Sus manos buscaron el apoyo del muslo de Haerin, gesto que no pretendía ser intrusivo, sino más bien un intento de sostenerse en medio de la marejada de emociones que las envolvía. El beso se volvió más apasionado, con Danielle respondiendo a la iniciativa de Haerin, entregándose a la corriente de sensaciones que fluían entre ambas.

Entre ligeros mordiscos y suspiros compartidos, Danielle y Haerin exploraron la profundidad de aquel momento. El tiempo parecía desvanecerse, dejando solo espacio para la conexión palpable entre ambas. Sin embargo, la falta de aire finalmente se hizo ineludible, obligándolas a separarse.

Danielle, con la respiración entrecortada, miró a Haerin con una mezcla de sorpresa y deseo aún presente en sus ojos. Haerin, por su parte, sostenía la mirada de Danielle con una expresión que mezclaba la urgencia y la complicidad.

—No necesitamos palabras ahora, Danielle —dijo Haerin, acariciando suavemente la mejilla de la pelinegra—. Solo permíteme estar contigo, sentir lo que ambos compartimos.

Danielle asintió, incapaz de articular palabras en ese momento. Ambas chicas, atrapadas en el torbellino de emociones, se enfrentaban a una nueva realidad, explorando los límites de su conexión mientras el futuro se extendía ante ellas, lleno de incertidumbre y posibilidad.

𝐁𝐨𝐲𝐟𝐫𝐢𝐞𝐧𝐝 || CandyzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora