Prólogo

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La cercanía de Alastor y Lucifer no pasó desapercibida por los residentes del Hotel, todos conocen a la perfección que ambos tienen personalidades completamente opuestas, y por eso su convivencia es tan problemática pero no a tal punto de ser molesta. A todos les parecía entretenido ver cómo el refinado Alastor perdía los estribos ante la mínima provocación del soberano. Para Lucifer, es entretenido ver cómo el ciervo que le cae mal ignora cada una de las cosas que dice; le divierte ver cómo está al borde de estallar y aún así se mantiene impecable. ¡Divertido! ¡Diversión! Más para él que aún no tenía los ánimos para salir del Hotel.

Un día, dos años antes de que Lilith volviera al infierno.

— Oye, ciervo. ¿Quieres ir conmigo a alguna parte?

Su repentina propuesta dejó a media sala de estar con la boca abierta, dejando a su risueña hija con una sonrisa en el rostro. Digamos que la cara que más le hizo gracia fue la del ciervo, se veía extremadamente desconcertado, enojado y algo más que supo reconocer como desprecio hacía su persona. ¿Un alfa despreciando a un omega? Vaya tontería, pero para el monarca del Averno legendario fue como tener un juguete nuevo, de esos que vienen en caja sin ninguna huella dactilar.

— Me niego.

Fue un rotundo no de forma educada, mirando con desaire al soberano qué, en vez de molestarse por eso; solo hizo un gesto con la mano. Despidiéndose para desaparecer en un poof, y dejando a media sala rodeando a Alastor para saber cómo fue que pasó todo. Especialmente la hija del soberano que se veía encantada por todo el asunto en cuestión, ella, como no tenía ninguna objeción en el asunto causó un gran impacto en el ciervo.

— ¿Qué pasa con ellos? — gruñó.

Mientras él seguía con sus vacilaciones, Lucifer se lanzaba a su cama. Pensando miles de cosas negativas, la mayoría de esas cosas iban hacia una sola dirección: su esposa, ese recuerdo doloroso como una astilla en su corazón comenzó a hacerse mucho más profundo y esa misma astilla había comenzado a echar raíces en el centro de su corazón, irá, más que nada. Odio, por ser abandonado... Pero aún había uno que contrarrestaban al resto. Amor, aún amaba a esa mujer que conoció en el Edén.

Promesas de hace mil años perdieron credibilidad cuando se dió cuenta que reinar en el infierno no era tan fácil y honorable como creía.

Se levantó, mirando el patito familiar de su esposa que hace años no está con él. No hay emoción que le provoqué algo, al menos no tan intensa como cuando ve a su hija hablar de todo lo que le gustaba, de los planes de su hotel, o cuando él le contaba los diseños que tenía planeado para sus patos de hule. Está aburrido de todo, solo disfruta dos cosas en lo que queda de tiempo: estar con su hija y hacer patitos. Nada de lo demás le interesa...

Excepto algo que descubrió recientemente, luego del ataque de exterminación donde murió Adán. Es una emoción muy inquietante, disfruta fastidiar a Alastor. Y si logra molestarlo todos los días, el aburrimiento se irá; tendrá algo con lo que distraerse cuando su patito bebé no esté en el hotel o cuando se decepcione de que su diseño no quedó como él quería.

— Je... Vamos a molestar al venado.

✴️

La primer semana que pasó en su intento de fastidiar al ciervo se llevó a cabo con gran entusiasmo, todos en el hotel habían comenzado a disfrutar las peleas continuas de los dos. Charlie incluso había comenzado a ver a Alastor como una figura paterna como su padre, no estaba en contra de que su padre molestase al ciervo. Porque lo que más desea es que él sea felíz, ya que en más de una ocasión lo ha visto decaer ante el retrato de su madre.

Consolando al Rey [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora